domingo, 1 de marzo de 2015

Carta a un completo extraño







A veces recorres el día como si fuera la misma pasarela de horas interminables de la noche. Confundes el sol con la luna y vagas buscando una estrella que te muestre el camino a casa.
Pero ninguna aparece porque ahí minutos en los que la mera sensación de poder vislumbrar una estrella te parece una suposición.
Y tu destino es una telaraña que va cogiendo sitio donde solías dejar la esperanza, alimentada ya solamente por tu ego.
Entonces ahí cosas que vuelven a aferrarte a la vida de nuevo. Personas, lugares, instantes.
Y te aferras a ellos con tanta desesperación que te es imposible abandonarlos.
Hace muchos años encontré una guarida que nunca he abandonado. Es la dosis que necesito cada día para sonreír ante el espejo y fingir que soy una persona normal.
Siempre lo he hecho pero antes de consumir tan solo me limitaba a ser una mala actriz.
Nadie notaba la diferencia pero a mi cada función me dejaba exhausta.
Todos necesitamos un lugar donde poder desmaquillarnos de la miseria que amenaza con asfixiarnos ante la perspectiva del mañana.

Es curioso porque apenas llegamos a cruzar unas palabras y un par de miradas pero fueron mas reconfortantes y cálidas que muchos de los diálogos de los que se me antojaban cercanos por aquel tiempo.
En esa época pensaba que era fácil armar un hogar para otro pero no, no lo es. El tiempo me ha hecho descubrir que no todas las personas pueden hacer posible que un sitio extraño se convierta en un hogar para cualquiera.

Pero tu creaste para mi un refugio donde ya no era aquella niña que intentaba esconderse del mundo detrás de un montón de sonrisas vacías.
Por primera vez alguien descubría que era yo. Que era lo que soñaba. Que era de lo que me escondía.
Y solo de ese modo pude apartar a los monstruos de mis sueños para mostrarme que no ahí que tener miedo. Que cualquier monstruo puede convertirse en una musa.
Que todo lo horroroso también puede ser bello.


Si. Aunque no te llegara a conocer en todo el termino de la palabra no necesito mucho mas para darme cuenta de cuando alguien es grande y cuando es minúsculo.




A mi se me había roto la brújula y tu me ofreciste una parada donde poder recomponer las piezas. Las hojas de miles de libros iban a ser un telón donde por fin podría esconderme sin ser descubierta del mundo exterior.



Era la primera vez que unos ojos me contemplaban con sinceridad y ya no era esa adolescente perdida, esa niña con injertos de aire en los brazos que intentaba de manera irrisoria aparentar que era estable.



A veces basta con una mirada, un destello fugaz de ingenio, un par de palabras sin importancia.



Y aunque hayas dejado de formar parte de este mundo y nunca lo llegues a saber mereces que otros sean conscientes de ello.





Tu me viste. Como pocos me han visto.




Eso tiene merito y aunque esto haya sido una despedida en vez de un encuentro solo por contemplarme con sinceridad te mereces estas lineas.



Gracias.




Gracias por recordarme que uno puede ser mas grande aunque ante los ojos de los demás no aparente gran cosa.



Cuando uno deja huella en sitios tan apartados como la mente de un completo desconocido significa que ha sabido jugar bien la partida.



Adiós.