martes, 24 de junio de 2014

Tiñamos de sonido el silencio







¿Nunca has querido sentir rugir al viento? ¿ Sentir el apasionado y furioso crepitar de las ramas de los arboles ondulando sus efímeros brazos contra el infinito de manera impetuosa y desesperada?
Me encanta ese sonido. El sonido que producen sus ramas crugiendo al colisionar con el viento, el sonido de algo que se rompe y se distancia de su base para volver luego tras un largo y apasionado viaje al punto de partida.
Podría enumerar de memoria las veces que he sentido esa sensación. Que bajo mi cuerpo mis pies se han vuelto una especie de plomo pesado y la única solución que he encontrado es rugir, rugir con la misma intensidad de aquellas hojas. Rugirle al viento. Aullar como un lobo solitario que solo busca compañía en una noche funesta.
Podría pasarme horas hablando de esa sensación, de ese momento donde la naturaleza abandona su disfraz apacible para demostrar que nació y morirá siendo un espíritu salvaje.
Me encanta ver como lucha contra la tempestad. Como se sobrepone y reviste su fragilidad inicial de fuerza. Como colisiona contra otro carácter que la desafía.
Hay gente que no encuentra belleza en eso. Gente que nunca ha oído rugir al viento. Que nunca se ha deleitado con la danza suicida de los arboles y que no conoce el olor y el sabor de la incertidumbre mezclado con un acelerado desenfreno.
Hay gente que no ve belleza en eso aunque se esfuerce por buscarla constantemente.
Y necesitan sentarse horas delante de aquellas ramas. Esbozar miles de bocetos para poder llegar a marcar un solo trazo sobre el papel. Personas que necesitan meditar sobre la carga de ese sonido, rumiar sobre ello durante días  para volver al mismo tema por la mañana.
No puedes intentar comprender algo así. No puedes intentar sostenerlo. Te domina. Te impulsa.
Quiebra tu cuerpo y lo vacía de todo lo que conoces. Te sacude con la misma fuerza que el viento.
Es un idioma que todavía nos es desconocido a casi todos.
Es el idioma de la poesía y o huyes de ella o te atrapa.
A mi me ha atrapado y aunque lo intente no soy mas que uno de esos arboles.
Luchando, resistiendo, lanzándome al vació, a la nada, a la incertidumbre, al descontrol, rugiendo, rugiendo, rugiendo hasta quebrarme por dentro.
Hasta teñir de sonidos inteligibles el silencio.

miércoles, 18 de junio de 2014

Bam, estas muerto





Se despertó con la huella de la resaca pegada en la nuca como una sombra evidente de en lo que se había convertido su propia figura.
La lengua le sabia a ceniza y a sangre y había jurado que ya solo fumaria frente a los cadáveres usando un humor sarcástico que resaltara como uno destruye lo que otro ya ha perdido.
Aquella noche había fumado. Había fumado tanto que le había costado encontrarse tras el humo de sus cigarrillos.
Le costo infinidad llegar hasta el baño y mirarse al espejo. Tenia la cara llena de sangre pero lo peor era que no era su propia sangre. Había asesinado a alguien; daba igual su nombre o su identidad, solo sabia que era un enemigo mas.
Uno de esos gilipollas sonrientes que contaban mentiras al espejo cada mañana y que le daban nauseas que intentaba edulcorar con una mueca de recelo.
Normalmente se asfixiaba entre todos aquellos masturbadores auto complacidos con su vida y que usaban su  fortuna como eslogan.
Pero joder. Colocarles aquel revolver en la boca y sentir como el ruido del click hacia eclosionar sangre y vísceras en la pared tejiendo un cuadro lleno de vitalidad le daba un tipo de calma extraña y totalmente ajena.
Era triste pero matar se había convertido en la única razón por la que seguía con vida.
Al principio acepto el trabajo un tanto indiferente. Tenia que ganarse la vida se decía así mismo pero luego se convirtió en una adicción de la que no podía deshacerse.
Seguía matando a todos aquellos pequeños cabrones. Los seguía matando incluso cuando no trabajaba, incluso en las horas en las que debía estar con su familia disfrutando de momentos llenos de calidez.
La sangre era la puesta de sol que le gustaba contemplar cada mañana al levantarse. Sin ella su existencia, toda su existencia, no tenia ningún tipo de sentido. Sin ella los días estaban llenos de gris y de monotonía.
Necesitaba sentir un cuerpo evaporarse bajo el suyo para poder mirar a su hija a los ojos y no decirle que algun día todos sus sueños la asfixiaran, para poder hacerle el amor a su mujer de aquella forma furiosa que la desataba de todas sus corazas y miedos. Para poder ir a aquellas putas reuniones escolares, soportar pesadas charlas en el club de campo sobre el color del césped o la indumentaria de aquella estrafalaria mujer.
Necesitaba matar a aquellos bastardos porque cada vez que alguno de ellos moría, una parte de si mismo también moría. Se liberaba.
Aquella noche había sido diferente. La chica se había refugiado en una casa abandonada, deshecha.
Lloraba e imploraba que la dejara con vida, que la dejara con vida un minuto mas.
Se deshacía en elogios, imploraba a su piedad, lo idolatraba como a un Dios.
Siempre lo hacen, siempre pierden toda la fortaleza que les une a la vida cuando la muerte esta detrás de la puerta, a un escaso milímetro de distancia.
El le puso la pistola en la boca y contemplo extasiado como su vestido de chanel se teñía de sangre.
Aquella zorrita ya no tendría unos super dulce dieciséis.
Pero hubo un gesto reflejo que creyó concebir en la forma de sus ojos justo unos minutos antes de que sucediera todo.
Fue justo cuando le coloco el revolver en la boca.
Cuando pulso el gatillo.
Ella había levantado su mano y  apuntado con su dedo a su cerebro.
-Bam, estas muerto
Y entonces se evaporo. Fue  su final.
Un ultimo acto de valentía antes de perderse para siempre.
Esa sangre le había quemado la piel mas que ninguna otra. Esa sangre permanecía intacta con el bam que siseo con la pistola.
Aquella tarada había tenido huevos. No todo el mundo tiene huevos hoy día.




Aquella había sido una gran perdida.
¿Pero no lo era cada vida?. Un día un pobre niño desamparado murió y entonces al rato nació el capullo de Hitler.
La vida no era justa.
Por eso el tabaco y la sangre eran lo unico que lo nutria para poder encontrarle gracia al chiste.
Y ambas cosas daban sentido y autodestruian  su vida.

sábado, 7 de junio de 2014

Inevitable





Siempre voy a ser esa niña perdida en el bosque, buscando el camino a casa, jugando con mis demonios.
Y aunque a veces necesite otra piel sobre mi piel nada me hace olvidar que algunas pieles son solo abrigos raídos que por mas que uno se empeñe en ponerse no sirven para el invierno.
Siempre voy a ser la bala enroscada en la garganta de algun muerto. La promesa inevitable de la salvación o la destrucción de alguna esperanza negociada con la desesperación de ver como nos liquida el tiempo.
Siempre me otorgaran mas precio del que merezco o por el contrario me  abarataran con una sola mirada.
Siempre me alegrare recordando a los que me han acompañado y llorare a los caídos, a los que no tuvieron la fuerza suficiente para clavarme su nombre en las entrañas. Dejarme su esencia en el pecho.
Pero nunca voy a dejar que lo que los demás me muestren de si mismos me haga perder lo que soy.
Seguiré buscando la belleza en lo inevitable, en lo inseguro, en lo desordenado de la existencia.
Seguiré buscando algo que amar en cada persona. La razón de que un nombre pueda ser una obra de arte.
Porque ante todo estoy aquí para ver mas allá, para ver mas allá de lo meramente aparente, para vivir donde otros no viven y morir por lo que otros no mueren.
No voy a dejar que nadie malgaste mi viaje. Seguiré buscando sentido al sinsentido, huyendo de lo aparente, refugiándome en la genialidad de lo que es efímero y aparenta ser duradero.
Seguiré haciendo retazos  de paisaje en cada uno de mis viajes y cuando se me acaben las vistas me refugiare en las paginas de un libro.
Y ningún golpe sera ya tan grande ni tan fuerte para hacerme retorcer de dolor en el suelo.
Porque cuando vas creciendo comprendes que todo lo que nace también perece.
Y que el unico sentimiento que te acompañara para siempre no sera el odio, el hastió o el recelo.
Si no la inevitable necesidad de levitar sobre todas tus miserias con una canción , un poema o una sonrisa.

Esta es mi tragedia y no necesito que nadie me salve.

Ya no creo en eso.


He jugado demasiado a ser Houdini como para necesitar que alguien escoja una llave con la que liberarme de todos mis monstruos.
Ellos son parte de mi. Yo soy parte de ellos.
Esa unión no la malgastara el tiempo.