miércoles, 18 de junio de 2014

Bam, estas muerto





Se despertó con la huella de la resaca pegada en la nuca como una sombra evidente de en lo que se había convertido su propia figura.
La lengua le sabia a ceniza y a sangre y había jurado que ya solo fumaria frente a los cadáveres usando un humor sarcástico que resaltara como uno destruye lo que otro ya ha perdido.
Aquella noche había fumado. Había fumado tanto que le había costado encontrarse tras el humo de sus cigarrillos.
Le costo infinidad llegar hasta el baño y mirarse al espejo. Tenia la cara llena de sangre pero lo peor era que no era su propia sangre. Había asesinado a alguien; daba igual su nombre o su identidad, solo sabia que era un enemigo mas.
Uno de esos gilipollas sonrientes que contaban mentiras al espejo cada mañana y que le daban nauseas que intentaba edulcorar con una mueca de recelo.
Normalmente se asfixiaba entre todos aquellos masturbadores auto complacidos con su vida y que usaban su  fortuna como eslogan.
Pero joder. Colocarles aquel revolver en la boca y sentir como el ruido del click hacia eclosionar sangre y vísceras en la pared tejiendo un cuadro lleno de vitalidad le daba un tipo de calma extraña y totalmente ajena.
Era triste pero matar se había convertido en la única razón por la que seguía con vida.
Al principio acepto el trabajo un tanto indiferente. Tenia que ganarse la vida se decía así mismo pero luego se convirtió en una adicción de la que no podía deshacerse.
Seguía matando a todos aquellos pequeños cabrones. Los seguía matando incluso cuando no trabajaba, incluso en las horas en las que debía estar con su familia disfrutando de momentos llenos de calidez.
La sangre era la puesta de sol que le gustaba contemplar cada mañana al levantarse. Sin ella su existencia, toda su existencia, no tenia ningún tipo de sentido. Sin ella los días estaban llenos de gris y de monotonía.
Necesitaba sentir un cuerpo evaporarse bajo el suyo para poder mirar a su hija a los ojos y no decirle que algun día todos sus sueños la asfixiaran, para poder hacerle el amor a su mujer de aquella forma furiosa que la desataba de todas sus corazas y miedos. Para poder ir a aquellas putas reuniones escolares, soportar pesadas charlas en el club de campo sobre el color del césped o la indumentaria de aquella estrafalaria mujer.
Necesitaba matar a aquellos bastardos porque cada vez que alguno de ellos moría, una parte de si mismo también moría. Se liberaba.
Aquella noche había sido diferente. La chica se había refugiado en una casa abandonada, deshecha.
Lloraba e imploraba que la dejara con vida, que la dejara con vida un minuto mas.
Se deshacía en elogios, imploraba a su piedad, lo idolatraba como a un Dios.
Siempre lo hacen, siempre pierden toda la fortaleza que les une a la vida cuando la muerte esta detrás de la puerta, a un escaso milímetro de distancia.
El le puso la pistola en la boca y contemplo extasiado como su vestido de chanel se teñía de sangre.
Aquella zorrita ya no tendría unos super dulce dieciséis.
Pero hubo un gesto reflejo que creyó concebir en la forma de sus ojos justo unos minutos antes de que sucediera todo.
Fue justo cuando le coloco el revolver en la boca.
Cuando pulso el gatillo.
Ella había levantado su mano y  apuntado con su dedo a su cerebro.
-Bam, estas muerto
Y entonces se evaporo. Fue  su final.
Un ultimo acto de valentía antes de perderse para siempre.
Esa sangre le había quemado la piel mas que ninguna otra. Esa sangre permanecía intacta con el bam que siseo con la pistola.
Aquella tarada había tenido huevos. No todo el mundo tiene huevos hoy día.




Aquella había sido una gran perdida.
¿Pero no lo era cada vida?. Un día un pobre niño desamparado murió y entonces al rato nació el capullo de Hitler.
La vida no era justa.
Por eso el tabaco y la sangre eran lo unico que lo nutria para poder encontrarle gracia al chiste.
Y ambas cosas daban sentido y autodestruian  su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario