lunes, 26 de enero de 2015

Pretérito imperfecto

Cielo estrellado
Rueda de memoria que sobre el asfalto va aplastando todos los recuerdos para seguir creando un combustible libre de nostalgia con el que poder continuar el viaje.
Corazón de hierro y de espino.
En invierno es guarida para las aves de la noche que buscan calidez en un paisaje desértico, en verano es trampa mortal que espera ansiosa a que llegue la noche.
Apaga la luz. Apágala ahora. La claridad de afuera es solo transitoria, meramente ilusoria.
Pasión vertical. Carretera que solo acepta la curva, donde un kilometro son cien vueltas en espiral a lo largo de una rotonda.
Mira el motor. Puede que nos hayamos quedado sin gasolina.
Pero por favor apaga la luz. Hoy me apetece jugar a las tinieblas.
Ya no necesitaras perseguir mas mi sombra.
Se te coserá alejando la verguenza de los huesos, como una segunda piel dejándote helado para luego darte calor.
Trampa mortal.
Cuando nos enamoramos desde la primera sonrisa hasta el ultimo gemido es una trampa mortal.
Animales frágiles y vertebrados nos volvemos huecos ante la melodía del otro.
Vulnerables.
Nuestros cuerpos se hacen de los jirones de nuestras ilusiones y el amor es un túnel cálido del que ya ni aun queriendo podemos salir.
Corazón de hierro. Trampa de espino.
Vale la pena desangrarse en su interior, porque sobrevivir consiste en refugiarse del mundo exterior en esa guarida.
En saberse querido.
Así que atrapame una y otra vez.
Juguemos a las tinieblas.
Que nuestra propia oscuridad sea la estrella mas brillante.
Tatuemos el cielo con nuestro sino, dejemos en el mundo la pasión de un verbo incandescente, de un imperativo fortuito.
Juguemos con nuestras iniciales.
Demosle otra vuelta al ovillo.
Amemos, hasta que el amor sea un verbo pasado que solo tenga lugar en la conjugación del olvido.

sábado, 24 de enero de 2015

El mundo hecho de plastico






Era un día como otro cualquiera. Caminaba inmerso en sus propios pensamientos aturdido por las voces que en sus oídos le prometían separarlo del bullicio de la calle y amoldando el ritmo de sus pasos con el teclear frenético que aquella conversación banal de su smartphone exponía ante sus ojos.
Tenia que apearse en el anden numero cinco y esperar veinte minutos cuando llegara el tren hasta poder sentarse en la cómoda silla de su despacho donde como cada día combinaría el realizar importantes operaciones financieras con un par de videollamadas a Laura que para variar habría decidido ignorar sus preguntas y olvidar el móvil en algún lugar inaccesible.
El simple pensamiento de lo que estaba por acontecer le hacia sonreír como si saber ya de antemano lo que iba a ocurrir le otorgara el poder de ser dueño de su destino.
Ese día debía haber estado absorto, completamente enajenado al mundo externo. Debía haber sido así. Su rumbo no había sido ideado para mezclarse en aquella historia rocambolesca pero el destino quiso hacerle pasar de espectador a protagonista en solo un par de instantes.
Y tal vez ese fuera el detonante de su calmada furia.
O tal vez lo fuera la mirada de aquel niño ruidoso que intentaba llamar la atención de su madre mientras se acercaba a las vías. Voz grave para ser infantil que luchaba en vano contra el estéreo de sus oidos. Era imposible no oírlo, no verlo, todo en el era una llamada de atención. Azotaba con rabia la falda de flores de la mujer mientras esta intentaba en vano calmar al recién nacido del carrito que mecía en una mano con tensión concentrada en un par de palabras de cariño.
El niño había lanzado hacia un rato con frenesí una pelota color azul oscuro. Era una replica extraña de la bola terrestre, una curiosa contradicción para toda aquella historia. La bola había saltado de sus manos y había avanzado hasta el limite que separaba la acera en la que esperaban de las lineas del tren.
Bastaban solo cinco pasos para tomar aquella mano nerviosa y infantil, haciéndola caer en la cuenta de lo fatal que podía ser aproximarse a aquel espacio que como una trampa mortal parecía algo carente de sentido ante sus ojos.
Bastaban solo cinco pasos para calmar el ajetreo que tenia lugar en aquellos ojos y prometerle que el mundo estaba seguro en otra parte y que aunque aquel frágil objeto colisionara con el tren posiblemente mañana seria otro día igual de banal y aburrido.
Los cinco pasos de distancia eran un imperativo que clamaba por ser presente, que luchaba en su interior , arañando su limitada resistencia.
Pero por mas que intentaba dotar a sus piernas de movimiento estas estaban como paralizadas, encantadas por un hechizo que era superior a su fuerza de voluntad.
Únicamente se movían sus manos que frenéticamente habían abandonado la pantalla de Wassap y ahora estaban buscando con rapidez la aplicación que permitía hacer vídeos.
Fueron cinco click los que actuaron como balas en aquel cuerpo que cabizbajo y travieso desapareció en un momento de aquel marco que había aprendido a observar cauteloso.
De repente gritos. El impacto del tren teñido de gritos cuando un cuerpo se había hecho ya de silencio. Cuando el silencio se había impuesto como bautismo generalizador.

Ahora que lo pensaba todo sucedió demasiado rápido. La mujer que luchaba entre los brazos de un hombre intentando alcanzar en vano al niño. El bebe llorando tal vez sabiéndose participe en aquella matanza y los transeúntes desconcertados pero con cierto alivio reflejado en las pupilas acariciando suavemente la palma de sus manos o la de los que los acompañaban.
-Que tragedia , podríamos haber sido nosotros...



De repente miro la pantalla de su móvil.


Algo le cruzo el alma como si fuera un rayo, algo le lleno las pupilas de aquella sustancia viscosa que tenia forma de lagrimas.


Se lamento. Se lamento de manera atroz. La pantalla de su movil hacia dado forma a las palabras que no habian podido formarse en su garganta y ahora enjuagaba sus pupilas con una sustancia transparente y vergonzosa.
La angustia hecha mensaje de texto en una pantalla hueca: MEMORIA INSUFICIENTE


El mundo convertido en juguete mientras tanto estaba disperso y fragmentado en las vías. Las ruedas implacables de un sistema que había intentado hacer suyo sin comprender lo habían destrozado.


Avanzo. Avanzo demasiado rápido.
Todo avanzo demasiado rápido.

lunes, 5 de enero de 2015

De palabras y de latidos




Bomberos que nunca han quemado nada mas combustible que la fuerza de las palabras. Una sociedad analfabeta y consumida que ha olvidado la imaginación y la creatividad, la propia emoción de conservar sus recuerdos mas personales, los porque de sus historias y las recupera solo con estimulantes que hacen su vida diaria mas apetecible y cómoda. Una sociedad adoctrinada en el olvido, en la inconsciencia en pos de una igualdad inexistente pero que parece una buena meta por lo que sentarse sonriente y aletargado ante la dictadura de la pantalla ancha.
Una pantalla que nos llama como un familiar, que se inventa apelativos para que podamos sentirla como a alguien por el que vale la pena adormecer el sentimiento.
Un hombre que no sabe mas que quemar sus propias palabras en la pagina en blanco de sus sentimientos.
Un hombre al que un día una chica curiosa y llena de vida pregunta: ¿Es usted feliz?
Porque farenheit 451 no es un cuento sobre un futuro apocalíptico donde la sociedad ha olvidado sus raíces y orígenes, donde tener una opinión propia esta penado con la ley. Farenheit y sus enormes pantallas anchas es una realidad que vemos cada día en cada salon, en cada dormitorio donde alguien imprime un estado en su facebook o twitter.
Farenheit 451 es nuestra realidad.
Y como personas-libro no nos queda mas que buscar la original a la copia que siempre nos han dado, buscar en nuestros orígenes, reencontrarnos con otro ser humano en una frase y saber que si que un día ese libro fue nuestro libro, que fue escrito para acompasar el latido frenético de nuestro corazón. Un latido que siempre nos había sido ajeno y que no podríamos comprender sin la coherencia de ese par de frases inconexas que se encuentran para no perderse mas.
Como dos personas que han pasado toda una vida buscándose y se reconocen en un semáforo.
Una corazonada desoladora pero que nos deja el sabor agridulce de que aunque hayamos perdido podemos conservar una parte de autonomía que aunque cada dia mas amenazada debe custodiarse con uñas y dientes.
Y arder con ella. Arder si hace falta.
Porque a miradas construimos nuestra historia y aunque la televisión nos diga que estamos hechos de dígitos miente.
Estamos hechos de palabras.
Siempre estuvimos hechos de palabras.
Y cuando estas se pierdan, no nos quedara nada.