sábado, 24 de mayo de 2014

El baile de los malditos



Habían pasado toda la noche bailando entre aquellos extraños con el unico pretexto de sentirse menos extraños entre ellos cuando marcharan de aquella sala y las luces se apagaran enmarcando una desnudez que les resultaba demasiado cotidiana.
El había conducido todo el camino malhumorado pensando en todos los estúpidos con los que tendría que lidiar aquella noche. Ella había viajado emocionada pensando en como la devorarían con la mirada todos aquellos hombres que en secreto la pretendían comer a besos con un pestañeo. Ese pensamiento la embargaba y la extenuaba mas que ninguno. A veces era lo unico que le daba fuerzas para apoyar su mano sobre la de el y hacer una armadura del coraje cotidiano.
Todo transcurrió como de costumbre solo que aquella vez ella paso demasiado tiempo bailando con aquellos hombres. El contaba ansioso a la espera de que el reloj le revelara alguna verdad imperante y reía de forma absurda cuando alguien lo saludaba y le preguntaba por su salud.
Mientras ocurría todo aquello los dos empezaban un baile. Un baile secreto del que solo ambos eran participes. Por que los celos, la expectación y curiosear eran lo unico que revivía una pasión que ya estaba extinta y aunque tanto para ella y para el coquetear con extraños siempre les había parecido de personas sin ningún tipo de valor moral, les gustaba cambiar de mascara de vez en cuando y sorprenderse así mismos para poder seguir desarrollando al fin el papel que les había otorgado un día la vida.
Por fin termino la música y todos aquellos snob se marcharon de la sala.
El la beso con cortesía. Ella estaba imponente en su papel de mujer fatal disfrazada de otra virginal y calmada.
Al montar en el auto intercambiaron algunos comentarios poco trascendentales sobre la velada. Nada de interés. Palabras para sentir menos hiriente el silencio. Palabras para cubrir un cuadro que ya había sido pintado de mejor y mas cuidadosa forma hace tiempo.
De repente un futuro atasco los libro de aquella charla banal y mientras el sonido de los claxon invadía su aparente tranquilidad se vieron sorprendidos mirando hacia atrás.
Allí en mitad del asfalto y sin previo aviso se erguían fastuosas las figuras de cuatro caballos. Caballos con pelo azabache que en movimiento parecían arder y sumir la noche en una pesadilla surrealista.
Corrían, precipitándose hacia el abismo de la noche como piezas que no encajan pero deben emprender la huida para hacerse un sitio en este rompecabezas que es la vida.
Corrían raudos y veloces como criaturas legendarias de otra época que se habían dignado por fin a visitar a todos aquellos mortales para aportarles un poco de luz en mitad de aquella oscura noche.
Ambos los miraron expectantes, deseosos de desgarrarse las ceñidas vestiduras y correr desnudos tras ellos.
Como el esclavo que lleva años encerrado sin ver la luz del sol y que ya no sueña con abrazar a los suyos o recibir la cálida luz del sol sobre su cuerpo sino con caballos.
Gloriosos caballos que emergen de las profundidades.
Querían unirse a ellos. Unirse a ellos de verdad. A esos seres que parecían no tener ayer o mañana sino solo hoy. Pero ella musitaba pequeños gritos ahogados de queja y el. El aunque quería huir tan veloz como ellos solo se limitaba a mirar la situación con indignación y tocar el claxon como otro transeúnte mas.

La casa vacia



Hace un tiempo abandone mis años de búsqueda y me decidí a vivir de forma permanente en una casa vacía. Me atrajo su silencio que parecía poder soportar toda la pesada carga de mis palabras. Me atrajo su manera de recibir a los extraños, sin preguntas, sin miradas incriminatorias cargadas de prejuicio o interés.
En aquellas paredes quise durante meses plasmar mis ángeles y demonios. Y la casa, ausente, lo aceptaba todo y dejaba que la contaminara y la llenara de gracia con mis palabras.
En ella me sentía segura y fue incluso como una mejor amiga. Incluso algunas noches me costaba diferenciar que solo era un objeto sin alma o esencia a la que poder ligarse.
Pero ninguna casa esta vacía del todo por mas que el descuido de su fachada y el aura de abandono que las rodee nos incite a pensar lo contrario. En cierto modo casi todas tienen vida propia. El silencio no es la falta de prejuicio solo un análisis mas concienzudo. Las paredes aunque se plieguen como las hojas de un libro para recargarse de personalidad, también la surcan y la agrietan con sus pequeñas taras internas.
Me fui al fin de aquella casa. Aquella maldita casa.
Porque por mas que insistí en verla como a un igual solo era una casa vacía.
Mis pies eran mi única brújula y el camino había sido y seria siempre mi unico hogar. Mi error fue creer que el vació es algo mas que ausencia. Que el vació algun día puede llegar a ser un hogar, cuando el hogar, el verdadero hogar se construye a cada paso.
Viajando.
Siempre viajando.