sábado, 24 de mayo de 2014

La casa vacia



Hace un tiempo abandone mis años de búsqueda y me decidí a vivir de forma permanente en una casa vacía. Me atrajo su silencio que parecía poder soportar toda la pesada carga de mis palabras. Me atrajo su manera de recibir a los extraños, sin preguntas, sin miradas incriminatorias cargadas de prejuicio o interés.
En aquellas paredes quise durante meses plasmar mis ángeles y demonios. Y la casa, ausente, lo aceptaba todo y dejaba que la contaminara y la llenara de gracia con mis palabras.
En ella me sentía segura y fue incluso como una mejor amiga. Incluso algunas noches me costaba diferenciar que solo era un objeto sin alma o esencia a la que poder ligarse.
Pero ninguna casa esta vacía del todo por mas que el descuido de su fachada y el aura de abandono que las rodee nos incite a pensar lo contrario. En cierto modo casi todas tienen vida propia. El silencio no es la falta de prejuicio solo un análisis mas concienzudo. Las paredes aunque se plieguen como las hojas de un libro para recargarse de personalidad, también la surcan y la agrietan con sus pequeñas taras internas.
Me fui al fin de aquella casa. Aquella maldita casa.
Porque por mas que insistí en verla como a un igual solo era una casa vacía.
Mis pies eran mi única brújula y el camino había sido y seria siempre mi unico hogar. Mi error fue creer que el vació es algo mas que ausencia. Que el vació algun día puede llegar a ser un hogar, cuando el hogar, el verdadero hogar se construye a cada paso.
Viajando.
Siempre viajando.

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