martes, 27 de noviembre de 2012

Yo también tuve un maestro





Alguien a quien seguir ciegamente.
Alguien que me cambio de arriba a abajo y me hizo olvidarme de lo que era.
Alguien que jugo con mis sentimientos y me hizo analizar los porque de las cosas.

Nuestra relación nunca fue algo estable e idílico.
Tuvimos encuentros y desencuentros fatales.

Mi mejor maestro se llama vida y me ha enseñado todo lo que se a base de hostias.

No hay otra.

A golpes era la única forma de aprender.

Por eso no me tengas por una cínica , ni me confundas con una ilusa.

No esperes de mi algo sorprendente pero tampoco te limites a encontrar en mis manos un cumulo de nada.

Vivo de la incoherencia y el caos de mis propias ideas pero en el fondo aunque ni siquiera lo percibas mi mecanismo de actuación es mucho mas simple que lo enrevesado de mis ideas.

Si me das una sonrisa , abandonare mis muecas de asco y te regalare una mirada optimista.
Si me das un abrazo no volverás a sentir que tus brazos son la mejor extensión de fortaleza que posees.
Si me quieres te querré a rabiar.
Sin lógica, sin moral, sin tiempo, sin desperdiciar ni un solo segundo.
Pero si me apuñalas por la espalda mi golpe sera brutal.
Si lo que me das es odio recibirás desidia y rencor.

Si intentas golpearme una sola vez prepárate para besar el suelo.

Y si juegas a usar tus palabras como arma mortal contra mi, mis palabras te envenenaran cada bocanada de aire que respires.

Si me tocas un solo pelo te destrozo.

Soy justa con los que son justos conmigo.
Doy amor a los que me dan afecto y soy implacable con los que deciden inmolarme en sus cruces de tela de araña.


No busques mas lógica en mi.

Tal vez esperar algo de otro solo por dárselo es una opción poco factible en el día a día.
Pero no me trago ese discurso que muchos enuncian de memoria de que donde no hay nada que ofrecer no hay nada que dar.

El puto mundo no funciona así.

Somos lo que ofrecemos al resto del mundo. Y vivimos justo de lo que damos.

Cada acción provoca una reacción y cada cosa que hacemos por los demás acarrea sus consecuencias.

No puedo observar a los demás directamente como enemigos mortales.


No puedo ser fría o calculadora aunque me lo proponga.

Cada vez que he intentado revestirme de hielo lo he quemado una y otra vez con el material inflamable del que están hechas mis propias pasiones.
Mis demonios son superiores a mis santos.

Y si dices que soy fría es que apenas sabes nada de mi.

Todo lo que me des te lo devolveré con creces.

Amor,odio u esperanza.

Puede que sea una manera descerebrada de actuar pero no conozco otra manera de enlazar mis movimientos.

Hace tiempo fui una de las que enrolaba una bandera con el gris de la vida como lema.

Es bonito decir que no buscas nada en la vida o en las personas.


Pero no seguimos vivos por la desidia.


Nos impulsan los cambios.
Nos levantan de la cama las veces en las que creemos en los demás.
Somos los momentos de esperanza que dejan a oscuras todo el dolor del mundo.


Prefiero que la pasión me mate a que la inercia me destroce.


Si he aprendido algo de la vida es que constantemente tengo que superar mis limitaciones.


Superarme a mi misma.


Olvidarme de las reglas y desligarme de lo aprendido.


Es bueno tener barreras con los demás.
Siempre y cuando esas barreras no te dañen.

Al fin y al cabo todo reside en hacer daño.
En dejar que te lo hagan.

La vida esta hecha de eso.


Quien huye del dolor y del sufrimiento , de las decepciones y de los golpes de la vida.
Acaba por aislarse del amor, de la ternura y de la gracia de vivir.



Es bonito creer que somos superiores a todo eso.
Respaldarse en la experiencia para simular la cobardía.


Yo misma lo he hecho durante muchos años.

Tal vez demasiados años.


Pero nunca se me ha dado demasiado bien ser una cobarde.




Si la vida se empeña en ser mi maestra yo le rebatiré cada golpe mostrandole que ante todo soy su mejor alumna.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Observa al niño mientras hojea su libro







El pequeño ha hundido sus manos en la arena y suelta una risa sonora y risueña.
Sus ojos brillan con el sol y se mueve indeciso y temeroso.

Comienza a colocar montones de arena sobre otros con mucha destreza mientras unas gotas de sudor caen sobre su menudo cuerpo.
Sus ojos están concentrados en ese montón de arena y no puede parar de preguntarse que debió de sentir el al erigir su primer castillo de arena.
El niño cada vez parece mas interesado en su actividad y pasa horas hallando dependencias y formando nuevos niveles.
Ha creado una pequeña muralla defensiva, y tal vez unas altas torres.
Mientras da forma a la arena comienza a emitir vocecillas de frenesí.
Su ímpetu le hace sonreír y su ilusión le transmite una sensación placentera.


De repente una pierna traviesa derrumba la inmensa montaña de arena deshaciendola en sus dedos.
Una pareja de niños corre enérgica a través de la playa sin pararse a mirar por donde pasa.
El hombre se sorprende abandonando su lectura y enfrentándose a los niños mientras el pequeño fija su mirada en el castillo destrozado y rompe en sollozos.

Los niños intentan excusarse entre risas ahogadas y frías miradas impasibles.
Al poco rato desaparecen entre la gran multitud que camina de un lado a otro para llegar a algun rincón de la cala.

Coge al pequeño en brazos y intenta calmarlo pero todo es en vano.
El mismo se encuentra alterado de sobremanera.


Nadie entiende nada.
Nadie comprende nada hasta que no pierde el objeto en el que invierte mas tiempo.
Es esa sensación tan humana de dejar huella que ciega a todo el mundo.
Esa necesidad de hallar la perfección en algo o en alguien.

La ilusión que se invierte en hacer surgir algo tangible de la nada.

El tiempo que se dedica en comprender que todo lo que ha sido creado, ha de ser también destruido por la erosión del tiempo.

Y busca con sus ojos los del pequeño para tratar de hacerle comprender la fugacidad del tiempo y lo efímero de la vida.
Pero sus pequeños ojitos antes llenos de vida, se han cerrado del cansancio y el sopor del disgusto.


Mañana apenas recordara el incidente y sus ojos curiosos buscaran otro lugar donde hallar eso que sin saber ha perdido tiempo atrás.

Se sienta sobre la hamaca con su pequeño y caluroso cuerpo encima mientras observa a los pequeños vándalos correr.


La vida transcurre a base de esos pequeños momentos donde uno descubre que los sueños y las metas no son mas que arena que se nos escurre entre los dedos.
Y nadie parece percatarse de ello hasta que es demasiado tarde porque aunque no lo sepan todos hallan la perfección en el esfuerzo y el tiempo invertido.
Aunque el objeto sobre el que dedican tantos minutos de dedicación sea algo de una belleza que se pierda en segundos.


Porque tal vez aunque ni el mismo lo comprenda, en eso consista levantarse cada mañana.





Y con esa sensación deja el libro y se sumerge en el mar con el niño.

Dejando que las gastadas olas produzcan el efecto de las letras sobre su cuerpo.
Helando sus huesos con la única intención de alejar de sus cuerpos el calor.


Haciendo que las gotas de agua produzcan múltiples sensaciones sobre sus pieles que luego se evaporaran con un rayo de sol.

Como un grupo de letras prestadas.

Como la propia vida.

Como la nostalgia, lo vivido y el recuerdo.


Pero ahi algo que el tiempo no puede destrozar.




La perfección de vivir con intensidad cada segundo.



Por eso cuando el niño vuelve a abrir de nuevo los ojos solo lo invade una sonrisa.



jueves, 22 de noviembre de 2012

El día de su decimoséptimo cumpleaños



Antes de bajar a encender las velas y a recibir felicitaciones de familiares y amigos quiso retocarse un poco el peinado.
Se miro en el espejo y descubrió que estaba sangrando.
El pánico se cebo con ella y por mas que intento explicarse el origen de aquellas heridas no tenia ni un solo recuerdo del dolor que debía haberle producido hacérselas ni de el motivo por el cual ocupaban su cara que anoche era inmaculada y apacible.
Quiso esconderse el rostro con un pañuelo pero comprendió que seria inútil.
Debía bajar al salón que ya estaría envuelto en el jolgorio y el bullicio del feliz acontecimiento.
Su madre habría decorado una de esas tartas enormes que hacia siempre que el cumpleaños de alguna de sus hijas se aproximaba y la sala estaría decorada sobriamente.
Pensaba llamar a la criada para que anunciara a los invitados que la fiesta se posponía pero seria tan cruel desbaratar todos aquellos planes que la idea se fue de su mente con la misma rapidez con la que vino.
Mientras pensaba que excusa poner para explicar el mal estado de su rostro descubría que su cuerpo vibraba de dolor cada vez que bajaba un escalón.
Algo la hacia tambalearse y no encontraba paz o calma posible para aparentar mas entereza.

Cuando llego al salón descubrió algo insólito.

 Aquel lugar estaba  completamente vació.

No estaban los músicos amenizando la velada con una de sus sinfonías  ni tampoco su madre sonriente y esplendorosa con un grupo de vecinos, sus amigos tampoco habían llegado todavía.

Todo era demasiado extraño.

Pero lo mas caótico de todo era que su mente estaba llena de recuerdos que no le pertenecían.
Ocurrió de repente, sin previo aviso.
Callo al suelo y se retorció de dolor mientras los recuerdos se acumulaban en su mente como los rostros de los desconocidos se amontonaban en un album que había dejado de pertenecer a un individuo concreto.
Quiso gritar que ella no era aquella mujer pero cuando intentaba formalizar su deseo en palabras le parecía estúpido intentar argumentar que no era la persona de la que estaban hechos todos sus recuerdos.

La casa lujosa, los vecinos sonrientes, la madre apacible, los amigos expectantes.
Todo le pareció un cuento, una imagen mental que había proyectado sobre si misma.
Alguna historia extraña que había leído en algun libro.



Los recuerdos anteriores desaparecieron y solo quedo aquel extraño desfile de desconocidos en su mente que la hacían sentirse una extraña en su propia morada.

De repente alguien toco la puerta.

Un rictus de pánico le atravesó la cara y comprendió que el siguiente paso seria decisivo.

Debía elegir entre dejar entrar en su vida a un completo desconocido o volver a aquel estado anterior que invadía su mente y que ahora solo le parecía una ensoñación.

Aunque con pavor fue aproximándose hasta el pomo y una vez abierto un extraño cortejo lleno la sala.

Las llorosas mujeres vestidas de negro imploraban a dios por robarles un cuerpo infantil y los hombres corpulentos portaban un féretro.
Bastaba elevar un poco la mirada para ver el rostro del difunto a través de la cubierta de cristal.
Aquella desconocida tenia su mismo rostro armónico y blanquecino.
No era otra sin duda , incluso parecía tener el nombre que ella siempre había querido poseer.

Pensó que era un simple fantasma y se quedo un rato perpleja observando aquel cadáver hasta que unos ruidos en las escaleras la despertaron y todo el cortejo fúnebre miro hacia aquel rincón.

Gloriosa y reluciente una muchacha con su mismo rostro y cuerpo bajaba las escaleras mientras todos la miraban reír embelesados.

Era como si su mente se hubiera quebrado y los pedazos se le estuvieran incrustando en los pies.

Se sentó en una butaca para intentar calmarse y observo que una mano se entrelazaba con la suya.


El.


El hombre que había observado en primer lugar al abrir la puerta se dirigió a ella:


-Estés donde estés, siempre sabre encontrarte. Siempre sabre quien eres.


Una mirada de ardor prendió en sus mejillas y la observo totalmente anonadado.

Hubiera querido preguntarle quienes eran aquellas muchachas que tanto se le asemejaban.
La que estaba postrada en aquel féretro y era despedida por amigos y la que ocupaba el lugar central de una celebración pomposa y excéntrica.

Pero callo y retuvo su mano con la suya con recelo.


Pensando que tal vez lo extraño fuera aquello.

Que lo erróneo fuera conocer, conocerse.

Y que lo único verdadero fuera creer que todas aquellas posibles vidas podían morar en un mismo cuerpo.

Pero siempre le había resultado deprimente encontrar errores en los cuentos y historietas en los que siempre había creído.


Porque la propia cordura consistía en creer en la  locura de lo individual por si mismo.

Porque tal vez ser real se basara en admitir que lo individual existía tan solo por una unión de lo colectivo.




Pero admitir aquello le parecía demasiado terrible.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Tal vez nuestro sitio no sea el cielo


con sus infinitas posibilidades y sus recompensas efímeras.

Tal vez nuestro sitio no sea el infierno.

Con sus dudas eternas y sus culpas injustificadas que la memoria tiñe de recuerdos.

Tal vez el único lugar sea este.

Incierto, variable, inhóspito, a veces cruel y otras alentador.

Tal vez este limbo sea lo único cierto entre tantas acuarelas azules buscando  tonos calmados y placidos y rojas llameantes que pretenden indagar en la textura del mal.

Y tal vez este cielo que truena y nos cala los huesos de gelidez para luego regalarnos un par de caricias cálidas en la piel sea el único cielo posible al que acceder.

Y tal vez esta tierra que es sepultura de huesos, ideas y patrias sea el único infierno posible.

Y quizá lo único que podamos hacer es volar.

Lo mas lejos posible.

Y intentar buscar nuestro pequeño edén entre tanta incertidumbre.

Imitar a los pájaros y volar.

Aunque desorientados y frágiles, pensativos y confusos.

Porque al volar dejamos en el firmamento la mejor huella de que seguimos vivos.

Y que esta tierra que tanto resta y tanto absorbe todavía no nos ha consumido.

Que todavía podemos elevarnos sobre nuestras miserias.


Basta el coraje con el que se impulsa una pierna hacia el vació y  entonces todo habrá valido la pena.



Porque todo el miedo , el dolor y la angustia habrán desaparecido.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Es triste empezar de nuevo

cuando todo lo que te rodea es viejo y tiene un regusto a nostalgia mal definido.
Cuando por mucho que intentes pintarlo todo de colores , el gris lucha por engullirte es su particular visión del universo.
Pero yo nunca he sido de las que se dejan amedrentar por un revés de la vida.

Nunca pensé que fuera a echar tanto en falta la presencia de algunas personas en mi vida.
Pero el caso es que ellos ya no están.
Y debo de encontrar el modo de ser feliz sin su presencia.


Porque solo tengo una vida.

Y nada ni nadie me va a hacer desperdiciarla.



jueves, 8 de noviembre de 2012

A su madre siempre le molesto el ruido.


Recordaba perfectamente las veces en las que el alboroto que formaban los muchachos la dejaba en un estado de agitación permanente.
Cuando el abuelo murió su temor constante al bullicio pareció enmudecerse y se quedo confinada en un viejo sillón medio adormecida.
Aquel mismo día Fiedrich se alisto en el partido por méritos propios y consiguió una brillante medalla que lucio con orgullo y entusiasmo en el pecho.
A la mañana siguiente se marcho de casa sin despedirse de su madre y sin asistir al sepelio del viejo.
La mujer no se inmuto cuando lo vio coger las maletas y caminar hacia la puerta pero cuando salio al exterior pudo oír un llanto seco.

Fiedrich decidió cambiar su apellido por el paterno y distanciarse de sus familiares maternos.
Toda su familia había quedado reducida a una sola entidad: el partido.
Los que lo apoyaban estaban con el y los que no eran sus enemigos mortales y por tanto traidores a la patria.
Años de opresión y esclavitud por parte de los cerdos capitalistas habían dado un fruto interesante, un nuevo gobierno de proletarios para proletarios.
A partir de aquel momento la propiedad privada desaparecería  y los bienes comunes serian colectivos. Toda referencia al capitalismo seria signo de traición y condenada inminentemente.

Su padre lucho seriamente por aquellos principios y se pudrió en una cárcel por robar un pedazo de pan para alimentar a su familia.
Su madre, que había abandonado a sus ricos padres, tuvo que volver a retomar contacto con ellos y vivieron cómodamente durante años.
Pero Fiedrich nunca olvidaría a aquel padre que lo salvo en aquel tramo tan duro de su vida.
Aquel padre que le escribía cartas llenas de entusiasmo, pasión e idealismo desde una fría prisión.
Aquel padre victima de un sistema que consumía al individuo y cuando lo había desgastado , lo arrojaba inservible.
Pero su madre y su abuelo lo olvidaron pronto.
Haciendo gastos innecesarios y consumiendo productos caros.
Daba igual cuanto se deslomara el viejo, la riqueza era de todos y debía ser compartida.

Fiedrich intento alejarse de todos aquellos pensamientos que le rondaban la cabeza.
Aquella vergüenza atroz por sus orígenes y aquel sabor agridulce que le había dejado el fusilamiento del viejo.
Intento borrar de su mente todos aquellos recuerdos y se preparo para el interrogatorio.

Aquel día habían traído a un preso que parecía tener unas ideas contrarias al partido.
Era un individuo peligroso para la Komiterm y ni siquiera se pensó en encerrarlo en un Gulag.
Debía sacarle toda la verdad y después dispararle a la cabeza.

Fiedrich cojio la pistola pero esta vez no le tembló el pulso.

Aquel individuo lloraría, invocaría a Dios y solicitaría una falsa piedad cristiana.

Tal vez le hablara de su familia, una mujer cariñosa embarazada y cinco hijos menores de edad.
Tal vez le daría un discurso acerca de los prejuicios y el amor.
Pero todo serian estratagemas que buscaran esconder una premisa: la vida de aquel individuo eliminaba las de otros diez.

Cuando entro en la sala el hombrecillo se movió confuso en su mesa.
Al primer golpe comenzó a confesar haber escondido propiedades en un foso.
Al segundo se declaro inocente de haber asesinado a alguien.
En los demás solo pronuncio un nombre: Annika.

Su pequeña Annika.

Pero Fiedrich dudaba de la existencia de aquel personaje y lo atribuía a un delirio de su mente.

Cuando hubo pasado cuatro horas torturándolo ceso en declararse inocente y se acuso asesino y ladrón de la patria comunista.

Fiedrich evito mirarle a los ojos cuando apretó el gatillo y cuando sus sesos se hubieron esparcido por la mesa, limpio el revolver con su camisa y se marcho de allí sin asimilar la menor sensación de piedad o pena.

El gordo capitalista estaba muerto.


Cuando paso una semana fue enviado a otro departamento y sus dirigentes lo mandaron a un gulaj para supervisar a los presos.

Un día se le encargo fusilar a un grupo de mujeres que estaban enfermas y no podían servir a la patria.


El día era frió y la nieve había escarchado las hojas de los arboles.
Los dedos se le habían helado y le costaba mantenerlos calientes en sus bolsillos.
Era la primera vez que debería apuntar a una mujer, pero no le importaba liquidar a un par de esas brujas manipuladoras e intrigantes que protegían en sus casas a verdaderos enemigos de la patria.
El grupo de mujeres era pequeño . Había una muchacha baja y delgada que tenia el pelo negro como la tez, una mujer alta y pesada que tosía continuamente y una anciana que apenas podía andar.
Eliminarlas era un gesto bastante humano para con su enfermedad.

Apenas se inmutaron cuando fue disparándolas una  a una pero la mas vieja pidió un ultimo deseo antes de ser fusilada, quera ver a Annika, debía ayudarla, era solo una niña.

Por primera vez a Fiedrich le temblo el pulso cuando aquella mujer le miro a la cara y le pronuncio aquellas palabras.
Sus ojos color miel tenían la misma calidez y agitación que los de su madre.
En su cabello castaño con mechones blancos y en su sonrisa torcida podía percibir la pesadez de aquella mujer fuerte y altiva que solía decir que no por hacer mas ruido, se tenia mas razón.

Pero era imposible que aquella anciana fuera su propia madre.
Que la mujer que le dio la vida estuviera en un lugar así le pareció inverosímil.

Paso un segundo hasta que cobro la compostura y entonces por primera vez, la mujer pareció cambiar su expresión y lo miro de manera profunda.
Ese pequeño cambio, aunque apenas visible, fue notado por el.
Y la mirada de la mujer se centro en su rostro como si hubieran sido conocidos que habían sido separados durante un tiempo y que volvían a encontrarse.
Parecía conocerlo.
Todo se decidiría en la siguiente silaba que pronunciaran sus labios.
Pero el miedo volvió a llamar al ruido y un sordo pum desplomo aquel cuerpo frágil y menudo en la nieve.


Fiedrich se guardo la pistola en el bolsillo y fue a preguntarle a un compañero el nombre de aquella presa.

Pero el hombre le contesto que cuando entraban a aquel lugar dejaban de tener nombre.

Fiedrich abandono a su camarada confuso y se marcho del campo en cuanto le fue posible.

Cuando cruzo la verja se noto una sustancia pesada y liquida pegada a las pestañas.
Aunque no se había percatado había estado llorando.

Por la calle los miembros del partido arrojaban periódicos a la muchedumbre y chillaban sus mitines con euforia.

Por primera vez quiso que el mundo se quedara en silencio.
Pero sabia que el mundo nunca se enmudecería.
Su madre se mostraba ignorante cuando decía que quien mas grita no tiene mas razon.
Pero por un momento le hubiera gustado pensar en un mundo en el que esa premisa fuera totalmente cierta.

Porque los gritos de los demás habían tenido el poder de dejarlos a todos sin nombre.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Todos escondemos una bestia dentro




sedienta de sadismo.
Como una bomba de relojería que alojamos en la sien y ocultamos de cualquier rostro extraño.
Esperando cualquier desajuste para estallar ante nuestra propia estupefacción.

La violencia es algo adherido a la especie humana.

Lo dicen las cifras de los informativos y los lugares a los que las masacres les dan un nombre relevante.

Todos tenemos una increíble capacidad para causar daño y provocar dolor a nuestros semejantes.

Pero a veces decidimos apaciguar a ese ser deforme y monstruoso que podríamos haber sido.


Y eso es lo que nos diferencia de cualquiera.

La capacidad de no habernos perdido.

La capacidad de saber que ahi cosas mas importantes que el odio, el rencor o la propia naturaleza que nos ejemplariza.

Porque pese a todo, siempre es posible empezar de nuevo.

Aunque la esencia de lo que somos intente estallarnos cada minuto en los ojos.