viernes, 24 de febrero de 2017

Paterson




La poesía es esa caja de cerillas con rótulos de neón que nos saluda cada mañana de manera indiferente.
Una niña desconocida que espera sigilosamente atrapar palabras de la nada y plasmarlas en un pequeño cuaderno infantil.
La poesía se esconde detrás de los rostros anónimos con los que te cruzas en el autobús, en ese banco en el parque que nos esboza una cascada donde podrían fluir sin limite todas nuestras lagrimas. Ese rincón secreto del mundo donde podemos alejarnos del caos diario y encontrar un poco de armonía y paz.
La poesía son los brazos que te acompañan cada noche al cerrar los ojos envolviéndote en un sopor de otro mundo.
Poesía son los momentos cotidianos que intentamos en vano hacer eternos. Todo en lo que creemos, sobre lo que escribimos.


Pero sobre todo aquello que nunca redactamos.


Porque esas simples letras son todo lo que somos.



Una luz que intenta alumbrarnos en mitad de la oscuridad de la noche.


Todo un sinfín de posibilidades.


No todo el mundo puede hacer poesía y reciclar lo vulgar y mundano para convertirlo en algo artístico.




No todos podemos ser poetas, poetas verdaderos de esos que encuentran belleza entre la suciedad y la monotonía.


No todos tenemos el poder de transformar la realidad con el arma de las palabras pero lo que no podemos negar es que vivimos rodeados de poesía.




Solo hay que respirar un poco y mirar a tu alrededor.



Siempre lo he sabido pero hoy Jim Jarmusch me lo ha recordado con esta maravillosa película.



Y viéndola me he sentido un poco menos rara, un poco menos diferente.