lunes, 5 de enero de 2015
De palabras y de latidos
Bomberos que nunca han quemado nada mas combustible que la fuerza de las palabras. Una sociedad analfabeta y consumida que ha olvidado la imaginación y la creatividad, la propia emoción de conservar sus recuerdos mas personales, los porque de sus historias y las recupera solo con estimulantes que hacen su vida diaria mas apetecible y cómoda. Una sociedad adoctrinada en el olvido, en la inconsciencia en pos de una igualdad inexistente pero que parece una buena meta por lo que sentarse sonriente y aletargado ante la dictadura de la pantalla ancha.
Una pantalla que nos llama como un familiar, que se inventa apelativos para que podamos sentirla como a alguien por el que vale la pena adormecer el sentimiento.
Un hombre que no sabe mas que quemar sus propias palabras en la pagina en blanco de sus sentimientos.
Un hombre al que un día una chica curiosa y llena de vida pregunta: ¿Es usted feliz?
Porque farenheit 451 no es un cuento sobre un futuro apocalíptico donde la sociedad ha olvidado sus raíces y orígenes, donde tener una opinión propia esta penado con la ley. Farenheit y sus enormes pantallas anchas es una realidad que vemos cada día en cada salon, en cada dormitorio donde alguien imprime un estado en su facebook o twitter.
Farenheit 451 es nuestra realidad.
Y como personas-libro no nos queda mas que buscar la original a la copia que siempre nos han dado, buscar en nuestros orígenes, reencontrarnos con otro ser humano en una frase y saber que si que un día ese libro fue nuestro libro, que fue escrito para acompasar el latido frenético de nuestro corazón. Un latido que siempre nos había sido ajeno y que no podríamos comprender sin la coherencia de ese par de frases inconexas que se encuentran para no perderse mas.
Como dos personas que han pasado toda una vida buscándose y se reconocen en un semáforo.
Una corazonada desoladora pero que nos deja el sabor agridulce de que aunque hayamos perdido podemos conservar una parte de autonomía que aunque cada dia mas amenazada debe custodiarse con uñas y dientes.
Y arder con ella. Arder si hace falta.
Porque a miradas construimos nuestra historia y aunque la televisión nos diga que estamos hechos de dígitos miente.
Estamos hechos de palabras.
Siempre estuvimos hechos de palabras.
Y cuando estas se pierdan, no nos quedara nada.
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