domingo, 17 de mayo de 2015
Palabras que hacen melodias
La primera vez que le falto la respiración.
El corsé de palabra anudado fuertemente oprimiendo la cintura, robando el poco aire libre que se escapa ante la mirada ajena de los demás.
Las calles que olían a ceniza y a recuerdos, a la desidia de una mujer que harta de no encontrar nada nuevo en el horizonte ha cerrado todas las ventanas de casa.
Los rayos de sol que se colaban por el corazón como si fuera un trozo de cielo.
Pero no lo es. No lo es
Y por mas que corre nunca alcanza su sombra pero si recuerda algún olor que sepa a hogar es el olor a canela que siempre ha buscado en la saliva de los sueños de todos los extraños que la habían invitado a bucear en su paisaje interior.
Y ya no se como hablar de ella. De aquella mujer tan joven que estaba hecha de palabras y recuerdos y un día de repente se despertó y ya no sabia quien era, donde estaba, que buscaba.
Había olvidado hasta su propio nombre, la cara de la persona que mas había querido en toda su vida.
Y su vida ya tan solo era mezclar la ficción con la realidad, confundir la silueta de sus personajes con el rostro de conocidos.
Un día había descubierto que no era ella la que controlaba las reglas. La que dictaba las ordenes.
Le habían dicho que tan solo era un personaje mas del relato de algún dios cruel y benévolo.
Y ella se había revuelto con la furia de cien tormentas, de sus ojos había salido una bilis negra y espesa que la había arrollado.
El único dios que conocía era un canario que estaba profundamente sepultado en un rincón de su pecho. Uno de esos condenados a muerte que se ofrecen obligatoriamente para mostrarle la salida del laberinto a sus superiores.
A veces lo oía cantar en mitad de la noche y creia que enloquecía.
Para ella allí estaba dios. Ese era el único dios que conocía.
Y lo estaba dejando asfixiarse. Porque nadie la había hecho.
Ella se había formado a fuerza de encuentros y partidas.
Para la mayoría de la gente solo era una persona sin memoria, sin sentimientos verdaderos. Alguien que vivía en una parcela de la realidad distinta a la que le pertenecía.
Ella se había acostumbrado y cada vez que alguien miraba a sus ojos con fijeza y creia intuir el fondo de su alma el canario del fondo de su pecho piaba.
Pero era una melodía tan suave y tan lejana que nadie la oía.
En esa ciudad de ceniza y recuerdo donde era un personaje ficticio por mucho que aquel animal intentara hacer brotar las palabras en aquel pecho mudo nadie parecía darse cuenta de sus presencia.
Era una melodía hecha de toda la rabia, el dolor, la pasión del mundo.
Pero el no cantaba para que nadie la oyera.
Lo mismo que el que ama no espera ser recompensado.
Tan solo buscaba una salida.
Tan solo buscaba un poco de aire.
Un poco de cielo.
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