martes, 8 de agosto de 2017

Maravillas y miserias del siglo XXI

Nos escondemos detrás del anonimato de una pantalla oscura que busca ensalzar todas nuestras virtudes y desligarnos para siempre de la sombra de nuestros defectos.
Sentimos menos. Creemos que vivimos mas, que sabemos mas, que tenemos el conocimiento a nuestra disposición.
Nos movemos a golpe de click.
Nos enamoramos de una foto retocada y despreciamos un estado compartido que intenta nacer de una emoción marchita.
Creemos conocer lo desconocido a través de la apariencia falsa de algo que solo es el envoltorio de una historia por contar.
Se nos ha olvidado perdernos en las letras de los libros, buscar silabas que den valor a nuestros sueños. Saborear la verdadera poesía que nos rodea.
Esa para la que no te preparan en la escuela ni en las multinacionales.
Esta es la era de la información. Pero seguimos estando solos y desamparados.
Esperando encontrar un interruptor en esta habitación a oscuras que puede ser la realidad.
Recuerdo aquella época en la que pasabas meses esperando a que alguien te escribiera una carta.
El tacto del papel resbalando sobre los dedos. La incertidumbre de saber el secreto que estaría escondido dentro.
Habia tanta felicidad y tanta tristeza en  el interior de aquellos sobres. Enviados desde una parte del mundo a otra, esperando unir a dos personas dispares que se habían cruzado un día casi por casualidad.
Antes las letras nos unían, eran un puente que nos hacia estar mas cerca.
Nacían del papel y la tinta en su mas pura esencia.
Derribaban todas las barreras que nos separaban sin remedio.
Ahora la letra se ha convertido en tecnología. Se ha transformado en una maquina brutal e inteligente que nos arruina.
Que procesa todas las emociones y las vuelve algo vació y artificial.
Esta es la era de la información. Pero sabe a soledad y a decrepitud. Huele a miseria y a podredumbre.



Sin embargo sigo siendo una de esas personas que sienten que es necesario enviar un mensaje encriptado en una botella y lanzarlo al mar esperando que algún incauto lo encuentre y descubra el verdadero secreto de tu existencia.



Un par de silabas nada mas que sean un retrato en sepia de tu desnudez. Que muestren al monstruo y al humano que habitan dentro de ti.



Y quien sabe. Quizá ese sea el único modo verdadero de comunicarse.


Regalarle tus secretos a los extraños que no hayan sucumbido bajo esta maquina de acero brutal y despiadada que se llama siglo XXI.



Esa maquina que nos envasa, nos manipula, nos procesa y nos vende al mejor postor.




Esa que al final solo deja que conservemos un par de trazas verdaderas de todo lo que eramos.



Como si fuéramos meros productos desechables con instrucciones plegadas en el borde de los labios.


lunes, 7 de agosto de 2017

En este reino mando yo

He violado todas las normas de la vida.
Nunca he aceptado sus brutales leyes.
Nunca me he guiado por su moral, su logica y su racionalidad.
Siempre he vivido a contracorriente.
He sido un cometa que ha despegado antes de tiempo. Que ha vivido, amado, odiado y muerto antes de tiempo y al que luego le ha tocado volver a la tierra y encontrársela vacía.
He visto lo que se esconde detrás de la superficie de la realidad, lo que queda cuando ya no queda nada.
Y no se si me ha hecho mas fuerte o mas sabia.
Pero ahora soy yo quien pone las reglas. Ahora en este extraño juego soy yo quien manda.
Yo decido como vivir y como morir.
Nunca me adaptare a la ferrea rigidez que imponen los calendarios.
Tengo el verano y el invierno como dos hemisferios latiendo al mismo son que mi corazon.
Y es un latir desbocado, rebelde y insumiso que solo entiendo yo.
Deja sordo a cualquiera que no sepa entonar su cancion.


Y es que al final me ha tocado perder la partida jugando contra mis vicios.

Tantas noches y tantos dias buscando un sonido que se asemejara un poco a lo que oigo cuando cierro los ojos y finjo que respiro.


Pero no.


En esta batalla sin tregua me he ganado a mi misma.


A veces da igual que nadie entienda el secreto, el extraño mecanismo de lo absurdo con el que se nutre la vida.



Soy feliz, porque vestirme con mil pieles me ha hecho encontrar mi propia textura.



Le he vencido a la vida.



Que siempre decía que no, que era ella la que gobernaba mis días.


Reina déspota de una tierra que desde el principio no le pertenecía.