viernes, 3 de julio de 2015
Seda
Tenia la piel como la seda.
Tan suave y tan fina que parecía transparente, tan cristalina que uno podía ver los continentes que habían trazado las venas por debajo de la carne.
Era tan fina que cualquier roce le provocaba un gran impacto, cualquier caricia la envolvía en las sensaciones mas fascinantes y también en las mas terribles.
Había sangrado tanto aquella piel que había tenido que recubrirla con acero.
Duro y frió acero que cortaba la respiración y hacia posible caminar con seguridad por aquel escenario que se llamaba vida.
Duro y frió acero que seguía temblando frente a las caricias pero ahora no dejaba al otro poder ver el cambio de gesto en el semblante ni tan poco la mirada de sorpresa, de hastió o de ternura que ocultaban las pómulos como un secreto.
Solo los que consiguen nuestro amor merecen nuestro sufrimiento.
Aquella piel tenia un precio.
Todo en la vida tenia un precio.
Solo los que con su ternura nos habían hecho desvanecernos merecían ver nuestros cuerpos desplomados sobre saliva y sangre en un lecho de fatalidad.
Aquella piel tan fina como la seda se lo había dicho; lo había escrito con la tinta de sus venas.
En sus brazos, con trazos catastróficos pero con firmeza.
Porque solo el que se gane tu amor merece tu odio.
Combate solo los sentimientos fuertes. No dejes que la mediocridad te alcance.
Aunque tu piel sea fina; tu corazón aun sigue siendo fuerte.
Y eso es lo único que necesitas para sobrevivir.
Un corazón lo suficientemente fuerte.
Bailar
Bailaba sin motivo y sin remedio con las caderas quebradas por el peso de la incertidumbre y los pies vacilantes ante las inclemencias de aquel árido suelo.
Bailaba ante la mirada extraña de los demás que pese a buscar la melodía que la impulsaba a ejecutar aquellos pasos no encontraban mas que silencio.
La acompañaba la noche que con su desnudez le hacia mas fácil revelar sus secretos mas íntimos. Porque en el fondo ella era un poco también como aquella noche. Harta de la frivolidad de los que solo sabían contemplar la belleza del día. Y no necesitaba de la luz del día para recordar cada uno de aquellos pasos, para encontrar la estabilidad necesaria.
Se movía por si misma, sin acompañante, sin motivo, sin necesidad.
Bailaba por el mero placer de sentir como a cada paso se derribaban las cadenas que la oprimían. Por el contacto de su piel con el aire que por primera vez la alejaba de la dictadura de la carne, la sangre y las venas que por su condición tan vulnerable siempre había intentado forjar con acero.
Bailaba por que en aquel baile tenia la elegancia y la destreza de las ramas de los arboles confinadas en los brazos que se mecían con su misma suavidad y violencia ante el mero roce de su piel.
Y aunque los pocos espectadores que se atrevieran a contemplarla tiñeran sus mejillas de rojo y nadie apreciara la destreza de sus pasos , aquella sensación de estar sola y a oscuras ejercitando una danza imposible la hacia infinitamente feliz.
Aunque para ellos solo fuera una demente, alguien cuyos actos carecen de finalidad, sabia que quien pudiera oír de veras la escucharía, que quien pudiera ver de veras contemplaría sus movimientos a través de la oscuridad.
Y no necesitaba melodía . No necesitaba ruido.
Porque ella era su propia melodía. Porque su corazón era el único que marcaba el ritmo.
Y bailaba porque aunque a veces estuviera cansada la vida consistía en eso.
Porque para aprender a vivir antes uno debía aprender a bailar aun cuando flaquearan sus fuerzas.
Porque todo consistía en poder bailar.
En poder mecerse.
En dejarse llevar por el viento.
En escuchar atento las señales y lanzarse a la noche.
Y dejarse la vida en aquel baile.
Poner todo su empeño
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