Cuando llegaron al hospicio simplemente dijeron- esa- esa de ahí.
Y la monja les dirigió con premura hacia ella y le dijo a Triskha con una sonrisa triunfal: Has tenido mucha suerte, esta familia te va a colmar de cosas pequeña. Desde hoy no te faltara nada, hace años que son nuestros benefactores. Todo sera diferente.
Y realmente ella se propuso pensar desde ese minuto que todo seria diferente. Lo pensó de veras con verdadero interés concentrándose solo en esa idea. En la idea de que podría dejar al hospicio de lado, con su silencio y su frió glaciar, con su cercanía que en realidad solo era lejanía inmediata.
La familia que la adopto era muy importante en aquella ciudad. El padre era un reputado empresario , la madre donaba gran dinero de la fortuna familiar a numerosas causas benéficas y su nombre estaba presente en cada recorte de prensa que hablaba de solidaridad y entrega para con las clases bajas.
Sin embargo el silencio del hospicio la persiguió y se instalo en las paredes de la casa, convirtiéndose en parte del mobiliario. Descubrió que las buenas maneras son eso, solo buenas maneras pero que la realidad es bien distinta.
A veces cuando tenia pesadillas y mojaba la cama intentaba colarse en el cuarto de sus nuevos padres pero la mujer la echaba cuando veía su rostro cabizbajo tras la puerta. Decía que los adultos nunca debían ser molestados con chiquilladas y que el sueño de su marido necesitaba reposo.
Vivían en una finca donde ella trabajaba arduamente desempeñando tareas de hombres porque pese a tener dinero para contratar mano de obra preferían ahorrarsela de algún modo. Los hijos mayores se habían independizado y solo se les veía aparecer por allí cuando el padre tenia una importante entrevista . Y era en esos precisos momentos en los que la gélida y distante familia se volvía sonriente y desenvuelta ante los flashes.
Se avecinaban tiempos de guerra, tiempos de incertidumbre mezclada con polvo y sangre.
Un día la guerra de la que les llegaba eco en las noticias les sorprendió en la iglesia donde acudían semanalmente.
Estaban rezando el padre nuestro y se empeñaba en mirar sin horror aquella imagen del redentor. Es curioso que un ser que lo había dado todo para salvarlos los mirara así, les dejara esa expresión como ultimo mensaje. Una expresión de profunda pena y pánico que parecía decir: vosotros me habéis condenado, ahora solo os queda rezar para mi salvación en otra tierra ya que en esta vuestras plegarias nunca llegaran a mis oídos.
Pensaba en eso cuando de repente el griterío de la calle interrumpió sus cavilaciones. La madre miro angustiada hacia la puerta, mientras el padre telefoneaba un numero con nerviosismo. El párroco había dejado de leer las escrituras y ante la alarma de sus fieles les decía que no tenían de que preocuparse, la guerrilla no llegaría hasta la iglesia.
Todos se quedaron en silencio hasta que un ruido atronador, el forcejeo de aquellos hombres contra el portón les hizo salir despavoridos en una huida infernal buscando refugio.
Cuando se quiso dar cuenta el padre y la madre habían desaparecido y el miedo la invadió como nunca antes lo había hecho.
Allí congregados había mas de 40 hombres, mujeres y niños. Algunos hombres habían optado por la vía rápida y se habían quitado la vida ante la mirada de pavor de las mujeres y los niños, uno de ellos según lo averiguaría mucho después fue su padre.
Otros esperaban en la puerta pistola en mano aun a pesar de saber que su resistencia seria inútil.
Las mujeres y los niño habían buscado escondrijo y se resguardaban en la sacristía. Apretujadas, como podían, sofocando los sollozos de los niños y su propio malestar. Allí estaba su madre, pero hacia rato que habían cerrado la puerta porque no cogía ni un alma y con el estrépito y el miedo general se habían olvidado de buscarla.
Se estaba haciendo tarde y no encontraba un lugar donde resguardarse por lo que fijo la vista en un armario y pensó que seria un escondite ideal dadas sus menudas proporciones. Cuando fue abrirlo descubrió al párroco dentro, encogido de la forma mas absurda, temblando y agarrando con las dos manos el rosario.
Shhhh- no hagas que me descubran niña- vamos esto esta lleno de sitios, busca cualquier otro y recuerda que dios siempre esta contigo. El te salvara, pero por favor guarda silencio y no me delates.
Y la empujo a un lado con la pierna.
Tuvo que buscar un sitio donde refugiarse rápidamente y decidió que el púlpito seria un buen lugar por lo que encogió su cuerpo allí , de cara al altar.
De repente ceso el forcejeo y el silencio anterior se convirtió en un desfile de griterío y exaltaciones de jubilo.
La guerrilla estaba allí.
Le sorprendió descubrir que se había orinado encima pero la verguenza por aquello fue encubierta por el pánico que sentía en aquellos momentos.
Los soldados primero acabaron con los pocos que les plantaron resistencia en la entrada y despues volaron las cerraduras de la sacristía.
Se oían gritos de mujeres y niños, con el tiempo encontraría expresiones para traducir todo aquel horror. Las madres imploraban que dejaran en paz a los niños pero para aquellos hombres una mujer valía el doble cuando todavía conservaba su pureza.
Descubrió con horror que muy cerca de donde se encontraba había llegado un soldado raso.
Primero se detuvo a mirar la escultura de cristo con cierto cinismo y luego releyó algo en las escrituras. De repente sus ojos como las alas de una mariposa descendieron hacia arriba para acabar posándose en ella. Al principio de un modo poco significativo pero luego con gran interés. Ella le miro con una mezcla de asombro y terror. Era un hombre joven de no mas de 30 años. Llevaba un uniforme militar llena de ceniza y polvo y bajo el polvo asomaban varias condecoraciones. Tenia aspecto de provinciano con la cara salpicada por pecas y el pelo color rubio ceniza que contrastaba con sus ojos grises.
Sergey- le dijo uno- ven a divertirte con estas, ¿ o es que has encontrado algo mejor?
El le miro vacilante y le hizo una señal de negación a su compañero.
-Había que prenderle fuego a esta iglesia después de darles lo suyo a estas, ¿no crees?
-Lo único que creo- respondió con voz seca y áspera- es que el teniente necesitara saber nuestro avance y no ahí tiempo que perder llenando mas tierra de sangre.
La miro de nuevo con un gesto de pena acompañado de una sonrisa tímida que intentaba esconder lagrimas que le iban resbalando de los ojos y se llevo el dedo indice a los labios como para exhortarla a que callara.
Ella guardo silencio y observo como se iba.
No quemaron la iglesia pero cuando por fin se marcharon dejaron una estela de cadáveres de hombres, mujeres y niños a su paso . Lo descubrió dos días mas tarde cuando se atrevió a salir de su escondrijo.
El párroco había sobrevivido y estaba agarrado a los pies de la escultura de cristo exhalando lastimeros gemidos.
Un milagro- chillo cuando la vio- te dijo que cisto te salvaría, un pequeño milagro entre tanta desolación a la que nos hemos visto sometidos ( dijo entre sollozos)
Pero ella siempre supo que cristo no la salvo. Que solo fue un hombre, uno de carne y hueso. Uno de los que acompañaba a aquellos monstruos que algún día fueron seres humanos y a los que la guerra había despojado de esa condición.
¿ pero no hacia la guerra monstruos a los menos pensados?
No, aquel fue un héroe. Un héroe que luchaba en el bando equivocado pero al fin y al cabo un héroe.
Y era fácil discernir cuando un hombre se convertía en un héroe. Ocurría cuando descubría que pese a poder elegir vestirse con la misma piel del demonio podía concebir un poco de piedad en sus entrañas.
Y el proceso ocurría sin mas, era de esas noticias que no salen en los periódicos porque no interesan, porque no venden, porque a nadie le gusta plantearse la condición humana.
Era uno de esos cadáveres que dentro de unos días engrosaría un numero mas en las bajas y acabaría apilándose entre tantos otros, sin distintivo, sin reconocimiento.
Porque en la prensa, en la historia, solo recuerdan los nombres de asesinos y de falsos cristianos.
Los nombres de los héroes. Esos solo se escribían en las retinas de los que vivían para contarlo.
Y los ojos. Los ojos hablaban un lenguaje que no cualquiera entendía ni quería comprender.