jueves, 6 de noviembre de 2014

La ley del palpito

Soy un pez en una bolsa de agua.
Boqueando, luchando por respirar, por ser como todos vosotros y llamar a esto vida.
Soy un pez en una bolsa de agua.
Y tal vez este mar que me vio nacer y ahora solo es orín y excrementos sea lo único que quede de mi.
Y intento respirar pero me ahogo.
Y siento que alguien me zarandea y me lleva de un lado a otro.
Por mas empeño, por mas énfasis con el que recargue mi estoicidad ahí fuerzas incomprensibles y totalmente ajenas a mi que manejan mis movimientos y me hacen el bufón de una historia donde debía ser solo el héroe.
Soy un pez en una bolsa de agua.
Y nadie me puede explicar porque me muero de sed si estoy rodeado de agua.
Soy un pez en una bolsa de agua.
Y aunque a veces las paredes de esta realidad que es la mía me parecen mi casa no lo son. Y aunque a veces pase un tiempo pensando que esto que veo nítido, estable y seguro es mi hogar me equivoco. Yo no tengo hogar.
Nací libre sin pertenecer a ningún sitio, sin pertenecer a nadie.
Ese es mi don, esa es mi condena.
Pero es muy cruel que este mundo se tan nítido, que a veces el velo oscuro de lo que esconde sea tan transparente.
Porque uno cree que ya ha llegado al sitio al que pertenece y tiene que marcharse aun antes de deshacer las maletas.
Soy un pez en una bolsa de agua.
Y me miras y ves mi angustia pero realmente nunca podrás sentirla porque la angustia es una droga de la que todos hablan pero que pocos sienten.
Soy un pez y me estoy ahogando en mi propio vomito y nada de lo que diga ni de lo que haga podrá cambiarlo.
No puedo lanzarme al vació, no puedo oscilar en la pendiente, no puedo simplemente dejar de pensar en ello.
Puedo pasar años sin darme cuenta pero cuando pasa el tiempo y cuanto mas camino, cuanto mas me muevo, mas caigo en la cuenta de que me estoy ahogando, no pertenezco a este sitio.
Lo único que me impide evaporarme es el estúpido sonido de mi corazón que como un tambor resuena con mas fuerza a cada segundo que pasa.
Y yo le digo shhh guarda silencio, no nos dejas dormir, estúpido, todo esto es problema tuyo, ¿porque latirás tan rápido?
Pero mi corazón es como un ejercito de soldados moribundo y nunca se rinde. Aunque tenga la sangre anudada como un cordel en los ojos.  Y mi corazón es necio y sordo y ha dejado de prestarme atención.
Tal vez por eso cuando la muerte llego a la sala de partos para anunciarme su presencia constante en la vida lance ese grito y aquellos berridos de protesta.
Y desde entonces por mucho que me ahogue no ahí día que no siga gritando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario