jueves, 20 de noviembre de 2014

Semaforos





Había personas que eran como un semáforo y valía la pena cruzarlas en rojo.
Valía la pena que lo arrollaran a uno y lo dejaran sin conocimiento, totalmente desorientado.
Había personas que eran como semáforos y llegaban sin previo aviso cuando uno ya se había acomodado a un color, cuando había dejado de esperar que algo sorprendente ocurriera.
Eran como esos libros que pasas buscando toda una vida y que de repente te encuentran para salvarte, para arrancarte de la miseria de los días y elevarte por encima de todo lo que te degrada con la fuerza sorprendente de una frase.
Esas eran las personas que uno debía dejar de buscar, por que al final son ellas las que te encuentran, intercediendo en el movimiento, en el estado de animo,en la interminable espera de lo inesperado que nos depara la vida.
Estaban ahí fuera escondidas entre las sonrisas de cortesía y las palabra que arañaban los sueños como cuchillos.
Y aunque esta ciudad nos estuviera robando el alma y tuviéramos que buscarla en los cafés o en los atardeceres al final llegaba alguien que nos aceptaba huecos y vacíos.  Que venia para resucitarnos.
Me dan miedo los pasos de cebra, me acobardo cuando veo un semáforo.
He perdido la consciencia demasiadas veces como para recordarlo, he sentido agolpados en la sien los restos de ilusiones que había construido con mucho esfuerzo.
Pero al final la vida es solo eso.
Perderse en ciudades nuevas, buscarse en las frases de libros que otros han cedido con indiferencia y que tienen el poder de rescatarnos, cruzar, cruzar semáforos.
Atreverse a dar el paso.
Porque aunque perdamos la consciencia mil veces la vida siempre nos tiene reservadas cosas sorprendentes.
Y por la persona adecuada cruzaría el semáforo en rojo. Dejaría que me arrollaran mil autobuses. Me inmolaría con un solo paso.
Cruzaría el semáforo, cruzaría el semáforo.


Porque ahí quien vale la vida misma y vale la pena dejarla suspendida en un hilo para encontrarlo.


Y en el fondo aunque me creas una cínica si soy tan pobre es porque he dado hasta el ultimo aliento que guardaba para calentarme cuando todos los abrazos sean Invierno.
Y me da igual morir de frió si con ello persiga la sombra de algo cálido.
Me da igual perder, perderme si en el fondo creo que puedo salir ganando.


Porque para jugar en esta vida hasta cuando uno pierde debe creer que sale ganando.

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