Jugar al escondite con las horas.
Hacer el amor con la poesía.
Levantarse con una maraña de aves que sueñan con el infinito enredadas al cabello haciendo un nido imposible de especulación.
Soñarte con la intensidad de una mirada.
Salvarte con una palabra.
Recrearte. Hacer de tu furia una herida que se sana con palabras.
Que como besos cubren la flaqueza, la miseria, el hedor, la agonía.
Que como besos nos salvan del horror del día a día.
Y nos pudren, nos pudren por dentro como una clase de larvas que se alojan en nuestra limitada valentía para aniquilar y generar casi a la vez una extraña y nueva forma de vida.
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