A veces el viaje se toma mas de la cuenta y consigue que apreciemos cada uno de los instantes que la otra persona nos ha cedido de su tiempo, otras sin embargo la persona se convierte en un referente de los lugares que uno odiara visitar a lo largo de toda la vida.
A mi no se me da bien tomar destinos largos.
Siempre suele salir algo mal.
Hace falta constancia y empeño y mucha perseverancia. Cosas de las que por desgracia, casi todos carecemos.
Pero sobre todo destaca esa capacidad innata de buscar lo idílico en el otro.
La gente no comprende que lo que nos atrae de los demás no son sus cualidades sino sus defectos.
Que lo que nos une a otro no es la fuerza que uno usa para sostenerse sino su capacidad de hacerse añicos.
No suelo compartir este punto de vista con nadie. Pero tampoco suelo buscar en las personas lo que otros buscan.
Siempre ha sido así.
Pero al menos no me averguenzo de ser la pieza defectuosa de un conjunto.
Soy lo que soy por todos los errores que he cometido y todos los que me quedan por cometer.
Si alguien va a amarme por mis cualidades mas vale que salga por la otra puerta.
Siempre dije que me encanta ser imperfecta. Porque me permite cometer errores cada día y aceptar y entender que los demás los cometan.
ResponderEliminarDestinos largos o cortos, da igual, todos tienen un fin, pero prefiero ser la que decida apearse (aunque a veces cuesta) los añicos son menos y el dolor también. Fuerza y suerte
ciertamente son los errores los que nos completan.
EliminarEs algo que se aprende con el paso del tiempo.
Como bien dices no importa el destino sino la valentía de abrir camino y apearse.
Un saludo
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