domingo, 14 de diciembre de 2014
El abecedario del demonio
Llamaban a aquella guarida en los riscos el abecedario del demonio porque todo el que pasaba por allí aunque solo fuera una simple cuestión de segundos volvía totalmente transformando, soñando en otros mundos, creyendo realmente en que es posible vivir en ellos.
En aquellos riscos, en aquella gruta vivía una chica delicada y salvaje que había hecho suya aquel lugar húmedo y hostil y conseguía sobrevivir leyendo el futuro de los visitantes que seducidos por curiosidad y escepticismo acudían allí para saber el porvenir de sus días.
Nadie sabia su historia pero a menudo la veían jugar con sus títeres hechos de aire. Contaban que de pequeña antes de adquirir el don iba de pueblo en pueblo con muñecos inanimados hechos de viento y a los que conseguía dotar de cuerpo y alma traduciendo las palabras que estos le escupían en el oído.
Algunos decían simplemente que había perdido la razón cuando a los catorce años su madre la entrego a la casa de los placeres y que habiendo escapado de allí se dedico a vivir en la mendicidad y a engañar a unos y a otros con su fingido arte.
Como fuera aunque vivía apartada de los demás los que la ansiaban la encontraban y iban hacia su guarida para que posara sus delicados y prematuros labios sobre sus parpados. Decía que solo con rozar las pestañas de una persona podía adivinar que sueños se le habían enquistado en el alma y cuales volarían pronto para llegar a su destino sin herir a nadie con la fragmentacion de sus pedazos.
Olía a vainilla y a madreselva. Extraña combinación en una criatura que se había vuelto tan vil como la naturaleza para aprender a sobreponerse al paso del tiempo con la misma entereza que ella.
La mayoría de los habitantes del pueblo cuando oían su gemido en los bosques decían que producía artes oscuras y que todo aquello le venia de comunicarse con el demonio . Era como una madre a la que le habían arrancado a su retoño de forma cruel y pasaba noches buscándolo en brazos ajenos, para comprender al fin que los cuerpos de los que se saciaba para seguir viviendo en realidad no estaban hechos de la misma materia que la suya.
A veces las jóvenes acudían a ella para que durmiera nuevos sueños que se agitaban en sus vientres abultando la delgada linea de sus caderas con la verguenza y el pecado y ella adoptaba a esos bastardos y teñía con sus vidas las paredes de su casa para acunarlos como la madre mas entregada.
Un día recibió la extraña visita de un grupo de jóvenes del pueblo, no tendrían mas de dieciséis años y se habían atrevido a adentrarse allí.
Formaban un grupo variopinto de muchachos con miradas socarronas y risas violentas pero lo mas llamativo de aquel grupo era el bulto que llevaban amortajado y que escondían entre sonrisas y cumplidos a la chica.
-Carimia- le dijeron- te hemos traído a alguien muy interesado en que le leas el futuro
Y sin mediar palabra hicieron moverse al cuerpo amortajado de una patada.
Era un chico de quince años. Tenia el cabello moreno y enredado y los labios de un rojo profundo. Su cuerpo se convulsionaba con espasmos y de sus ojos que estaban tapados con una cinta negra salia sangre que manchaba su pantalón de pana y su rustica camisa.
Carimia se aproximo al muchacho y se agacho para colocarse justo a su altura. Como pudo consiguió enderezarlo y los chicos la ayudaron a desatarle la venda.
Lo que vio la dejo estupefacta.
Al lado de un ojo de un color verde arrebatador se hallaba una cuenca vacía, fea y deforme, un pozo sin fondo de sufrimiento que ya ninguna luz podría alumbrar.
-Este es el aprendiz del herrero, el lo adopto de la calle y lo cuido como un hijo y sin embargo el desgraciado se lo agradeció abusando de su mujer. Ya ves que tiene lo que se merece bruja, pero aun así estamos seguros de que su curiosidad le impulsa a saber si conseguirá algún día recuperar la visión. Hemos venido para que con tus dotes adivinatorias puedas ofrecerle una solución.
Carimia los miro con una mezcla de odio y pena y profirió un grito estruendoso que profano el silencio de la gruta y después maldijo a todos los muchachos. Los maldijo con las vidas que se habían evaporado en el mismo suelo de aquel lugar y las cuales eran mucho mas valiosas que toda aquella cohorte de crueles asesinos.
Los muchachos siguieron con sus bromas un rato mas pero las amenazas de la chica parecieron asustarlos, esta loca decían, habla con espíritus...
Y decidieron que después de aquella broma lo mas sensato era volver a casa y dejarle aquel desperdicio a la bruja para que lo mandara al mismísimo infierno.
Cuando se hubieron marchado solo se oían los sollozos del muchacho que seguía en la misma posición que antes, afanado por ver algo que no se encontraba ya en aquel sitio.
Carimia se acerco a el y con cariño le quito los ataduras de las manos y los pies y recostó con facilidad su cabeza sobre su regazo en un infinito gesto de ternura.
-Si quieres saber tu futuro te lo puedo decir aunque hayas perdido el ojo. Esos necios vinieron aquí con la excusa de gastarte una broma pero lo cierto es que puedo adivinar tu futuro sin necesidad de que mis labios se hayan posado en tus parpados. Es mas, lo haré, colocare mis labios sobre la cuenca vacía. Y sin mediar palabra deposito un beso en aquel rincón oscuro y tenebre.
-Sabes-le dijo- me basta ver una persona, algunos objetos de valor que ame verdaderamente y entonces ya se cual sera su futuro. Es un don que se adhirió a mi cuando mi madre me vendió a la casa del placer. Mientras hacia un trato con aquel hombre me vi en aquella sucia habitación y para mantener la calma y no dejar ceder a la ansiedad comencé a hacer una composición de lugar con todos los objetos que veía. Quería saber de donde venían y porque estaban allí y aunque eran objetos vulgares les inventaba futuros mejores, futuros que les corresponian. Futuros que verdaderamente debían haber sido trazados para ellos. Así que cuando aquel hombre abría la puerta y se abalanzaba sobre mi yo realmente ya había abandonado la habitación. Estaba lejos en la corte de alguna zarina que se peinaba el cabello con aquel destartalado cepillo y que luchaba contra algún complot de estado que tenia como intención derrocarla. Estaba lejos como aquellas flores colocadas en un jarrón y a las que no alumbraba la luz del sol pero que pertenecían a una selva donde vivía un grupo de niños que habían crecido lejos de sus padres y salvajes como malas hierbas que vivian por la bajeza de sus instintos.
Y cuando salí de allí ya no necesitaba imaginar historias. Vivían dentro de mi, me consumían como una cerilla.
Una fuerza impetuosa susurraba palabras en mi oído, palabras codificadas por el silencio de alguna divinidad y conseguía darles sonido y forma. Así forme mi teatro de títeres del aire.
Luego encontré esta gruta, el abecedario del diablo, ¿tu que crees, lo consideras un nombre acertado?
Y se que solo con posar mis labios en la cuenca vacía de tu ojo puedo saber que sera de ti mañana, ven , deja que te cuente tu futuro.
El chico había dejado de llorar y su cuerpo parecía haber perdido la poca fuerza que poseía pero la escuchaba, de eso estaba segura.
-Erase una vez un chico que estaba hecho de un material que aunque era bastante pobre tenia la suficiente entereza para poseer un valor que le hacia merecer la apreciación de cualquier extraño. Un día conoció a una chica que tenia la mirada quebrada y cuyos hoyuelos que siempre habían estado llenos de vida y de color se habían agrietado envenandose de la sangre coagulada que se concentraba a su alrededor y que en un entorno que solo era apacible para los extraños apenas se percibía. Su mirada era como el canto de una sirena que nadie oye pero del que todos son conscientes. Y aunque quiso atraer un naufrago hacia ella, paso años ensimismada en su propia soledad, en su propia maldición. Un día cuando quiso confiarle al mar su cuerpo y abandonar para siempre aquel destino el chico la encontró y aunque su cuerpo ya estaba ajado, muerto y sin vida una solo caricia de el basto para resucitarlo. Porque el tenia ese poder. Sabia ver la vida en las cosas que se encontraban apagadas, muertas, aparentemente vacías. Era capaz de observar con una maestría y una destreza sin igual, de ver cosas que desaparecían por completo para el resto. Y cuando se hizo de noche y parecio que ninguna de las voces que acosaban a la mañana parecían estar atentas el chico le ofreció su mano a la chica quebrada y juntos desaparecieron de allí.
Pese a que intentaron separarlos estaban hechos del mismo material del que se encontraban hechos los sueños y les bastaba cerrar los ojos para volver a encontrarse y rozar la piel que como un capullo envolvía la tela de sus cuerpos.
Y nadie pudo encontrarlos porque todas las lagrimas que derramaron establecieron una barrera que ahogo a cualquiera que intentara dar con ellos.
Por eso aunque la vida nunca les había dado treguas al chico le basto una sonrisa para hacer del destino un verbo que poder domesticar y usar a su antojo.
Y aunque intentaron hacer sangrar su sonrisa nunca perdió su fuerza. Porque ahí cosas que permanecen estables pese a todas las catástrofes que se ciñan a su alrededor. Y su sonrisa era como el sol que aunque tapaba la luna nunca dejaba de brillar y se anteponía a cualquier persona, a cualquier obstáculo, a cualquier miseria.
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Precioso...
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