viernes, 26 de diciembre de 2014
Las leyenda de la mujer pajaro
La mujer pájaro era un edificio en llamas que llenaba de cenizas los ojos hambrientos de los que la contemplaban caer. Y justo eso era lo único que la mantenía sobre aquel cielo estrellado donde los demás buscaban ver dibujadas sus promesas hechas constelaciones.
La mujer pájaro no sabia lo que eran unas alas. Caminaba haciendo círculos concentricos con la huella de sus sueños y cuando sus pasos fueron lo bastante estables para hacer un símbolo que sirviera como faro para los que se perdían al volver a casa alguien o algo prendió una llama a aquellas pequeñas formas de vida invertebradas que luchaban por abrirse paso en su espalda.
Y como quien quiere despertarse de pronto corrió y corrió. Corrió hasta que la vida solo se convirtió en un sueño al que se podía volver de nuevo solo con cerrar los ojos.
Y mientras corría sus pies se elevaron del suelo y aunque nunca comprendió como realizo su primer y ultimo vuelo se irguió sobre una altura realmente grandiosa.
Porque ahí aves que vuelan con tanta intensidad que cuando realizan un rodeo por el cielo se van prendiendo fuego dejando únicamente un rastro de ceniza.
Porque cuando se extinguía era verdaderamente cuando existía.
Cuando la vida la convertía en algo mas que un personaje secundario de la historia, en un simple decorado.
Y aunque se extinguía, aunque sabia que volar solo era producto de una enajenación, de un sueño pasajero aquel ser de naturaleza tan frágil volaba, volaba sin parar. Y conforme se extinguía iba dando vida e insuflando sentimiento en otros cuerpos.
La mujer pájaro era un accidente de la naturaleza pero su belleza residía en eso.
Los que no entendían el arte de volar era mejor que se distrajeran con otro espectáculo, que escogieran otro cuento.
Otro personaje que tuviera mas destreza para vivir.
Porque solo improvisaba y cada vuelo era un ensayo en el que volcaba todo su empeño.
Porque que los que vuelan con mas ahincó no son los que pasan la vida ensayando cada paso si no los que vuelcan todo su potencial, toda su energía en un solo movimiento.
Los que sin saber volar de veras se exponen al temerario cielo.
Porque el cielo puede ser como un océano bravo y tragarnos en un solo intento.
Pero nadie puede temerlo u odiarlo por su condición destructiva.
Es de esos amores en los que dejarte vació y seco es solo una muestra de lo mucho que te han llenado, de lo mucho que te han aportado.
De lo inmensamente grande que te han hecho.
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