viernes, 26 de diciembre de 2014

Viral

El talento puede ser a veces un simple grafito en el suelo. Ese mensaje cifrado para cuyos espectadores las letras ya han olvidado desde hace tiempo su capacidad para convertirse en lluvia que pueda empapar y hacer estremecerse un cuerpo.
Asi es el talento. Una huida en espiral que por mas rodeos que de nunca llega a la meta. Nos han dado con un lazo y un cordel lo banal convertido en un regalo destinado al que ya no tiene tiempo, paciencia o criterio para pararse a dejar que la vida lo deslumbre, a disfrutar de lo imprevisible.
Han intentado recargar nuestras iniciales e insuflarles nuevas formas con su amor y su odio pre-fabricado y envasado al vació. Han rellenado nuestra caligrafía con demasiada floritura que endulza el mensaje hasta extraviar el contenido.
Somos ese par de letras dispersas en el suelo que unidas por unos ojos que vislumbran lo que nadie ve podrían ser el prologo de una vida.
Nacimos para convertir la vida insustancial del otro en una obra de arte pero las hojas del otoño y la escarcha  de la mirada ajena se han adherido a nuestras ideas con fuerza erosionando su verdadera función.
Podriamos ser grandes, ser tan grandes como para crear un mundo aparte que tuviera como único cometido conseguir paralizar el palpito ajeno pero han conseguido simplificar el huracán de lo que somos en un espacio de 140 caracteres y unas fotos en claroscuro que presumen de tener tonos cálidos  que pasan por obra de arte según el tiempo.
Y se que algún día supimos valorar con cariño y tal vez ternura lo verdadero.
Pero hoy lo natural y verdadero nos perturba, nos sabe a poco. Nos resulta distante y lejano y por eso lo infravaloramos hasta extirpar su verdadero significado.


Porque ellos, los que no saben valorar la grandeza de un instante ,solo han servido para matar muchas brujas y luchar contra muchos dragones previniendo mancharse sus manos con una miserable gota de sangre que afeara sus trajes. Han podrido la tierra de generación en generación.
Por su culpa los anuncios grandilocuentes se han convertido en comedia y cinismo. Los carteles de neon de la gran ciudad han hecho que la letra minúscula pase desapercibida. Los artistas callejeros como golondrinas se van muriendo en el invierno de sus ojos por su brutal indiferencia.
En otra época se que quisimos luchar mano a mano. Ellos llevaban un fusil y nosotros intentabamos estrangularlos con una soga de palabras.
Dijeron que si la vida valía todas aquellas estupideces y dijimos que si que a nosotros podían matarnos de nuevo en esta vida pero nunca conseguirían extirpar de este mundo ni con todo el plomo de sus balas una décima de su talento.


Aunque hoy día lo de menos sea eso.

El talento.


Un día hace mucho tiempo vivir se basaba en descubrirlo, cultivarlo y dejar que sus raíces se cimentaran en el mas hondo sentimiento.



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