martes, 4 de septiembre de 2012

Malformaciones congenitas



Siempre tenia el mismo sueño. Su coche se quedaba parado en medio de un bosque y de súbito se veía rodeado por decenas y decenas de niños que lo asediaban .
Hubiera sido irrisorio concluir la historia diciendo que eran todos mancos.
¿Que diantres le podían hacer aquellos lisiados?
Pero el terror no estaba en sus frágiles cuerpos sino en el poder de sus miradas penetrantes y claustrofobicas.
Debería bajar, siempre se debatía de noche lleno de tensión ,pensando que debería bajar de aquel coche.
Y correr.
Correr muy lejos para escapar de aquella carretera y de la desoladora mirada de todos aquellos niños llenos de malformaciones.
Pero se quedaba allí , encerrado en su coche, contemplando como todos aquellos niños le chillaban palabras inteligibles.
Desde que nació Ariel había comenzado a sufrir aquellas pesadillas , que siempre eran sofocadas por el abrazo calmado de su mujer.
Pero ni siquiera todo el cariño que se empeñaba en mostrarle  podía apartarlo de aquellos parajes.


Aquella noche se consoló tomando un vaso de whiski.
El alcohol siempre le había ayudado a dormir mejor.
Y después de eso marcho  a ver al pequeño Ariel.
Le encantaba contemplarlo y se quedaba horas mirándolo atónito.
Su hijo, un niño sano y fuerte. Un niño que solo lo miraba con anhelo y curiosidad.
A veces intentaba acercar su mano a su rostro pero el pequeño rompía en llanto y entonces la mano se le agarrotaba y no podía moverla mas que para alisarse el pelo.
A menudo Andrea solía mirar la escena distante , en un segundo plano.
Pero eso el no lo sabia.
Le extasiaba alejarse de todos aquellos mancos viendo la perfección que exhibía el cuerpo de su hijo.
Y tras un minucioso análisis se marchaba de nuevo a dormir o al menos a intentarlo.

Ya mas relajado no temía enfrentarse de nuevo al sueño ni a sus catastróficas consecuencias.
Volvería a encontrarse con todos aquellos niños mancos y les diría con orgullo que su hijo nunca podría parecerse a ellos.
Que lo único que había heredado con el cordón umbilical eran un par de rasgos comunes y un montón de miedos,fobias,sueños,traumas y deseos inconfesables.
Que nunca seria un lisiado.

Pero los niños no se inmutarían.
Y lo mirarían con la misma cara atónita con la que el contemplaba a Ariel. Queriendo diluirse en su realidad pero sin pertenecer a ella.



Mientras en un punto remoto aquellos niños eran producidos por unas pastillas para los vómitos.
La herencia congénita era una verdadera putada.
Uno nacía quebrado sin saberlo y debía enderezarse los huesos con la maña de un cirujano.

A veces las malformaciones eran claras y consisas pero otras veces uno podía pasar años sin notarselas en la piel.

Hasta que le asediaban en el sueño un par de niños mancos.

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