jueves, 6 de septiembre de 2012

Sacrilegio





Nunca lo conoció profundamente.
Se vieron por primera vez en una clase de ingles mientras la maestra daba un discurso acerca de la formación de los verbos.
Ella notaba una mirada clavada en su nuca y cuando se giraba , observaba un par de ojos penetrantes escrutándola.
El llevaba ese halo de misterio que luego se fue sintetizando en bares a base de brindar con copas de absenta.
El misterio que la cautivo poco a poco fue quedando al descubierto.
No solía hablar mucho de si mismo, pero le comento que su apellido era Rimbaud con una risa insolente y que sus amigos le solían llamar Arthur.
Ella que no era muy leída lo tomo como una afirmación y no le dio mas vueltas.
A veces entre trago y trago solía perder la mirada imaginando las voluptuosas formas de una amante perdida.
Entre suspiros y quejidos solía vomitar nombres sobre la mesa como Beatriz o Laura.
 Y ella tenia un miedo aterrador porque el le comentaba que había cruzado cielos e infiernos para buscar a la tal Beatriz,pero nunca había estado a su altura.
Era un hombre cabizbajo de profundo e irritable carácter.
Bebía de un modo frenético y salio hacer apologías al sexo de un modo analgésico.
Pese a sus 20 años , a veces parecía un hombre de 40 perdido entre miles de mujeres , botellas vacías y una infancia rota.

Poco a poco fue descubriendo que adoraba hacer el amor en cementerios , porque decía que en cada orgasmo oía el susurro de una musa perdida.
Pero ella fue descubriendo la verdad de forma bastante patética.
Un día al visitar su casa descubrió que tenia encima de su cama unos móviles de calaveras que giraban sobre su cabeza a modo de canción de cuna.
Decía que tenerlos sobre su cabeza le procesaba una inspiración especial en mitad de la noche.

Aquella noche, acostada a su lado, descubrió que dormía plácidamente sobre todos aquellos desechos de genialidad.

Pero a ella algo le quitaba el sueño. Anduvo por la casa somnolienta hasta que encontró el sótano y se adentro en el buscando respuestas.
En los libros de aquella casa descubrió la farsa de vida de su compañero.
Y comprendió que podía marcharse de allí sin necesidad de inquietarlo.


Nunca llego a conocer a aquel hombre pero dos años mas tarde leería sus obras.


A menudo solía llorar cuando pasaba pagina tras pagina.

Todos los diálogos que usaba solo eran una cita.

Y su profunda falta de creatividad no era mas que la señal de lo perdida que estaba su generación.

Nunca fueron mas que miles de enamorados de ideas añejas que no tenían valor o genialidad para crear algo puro,nuevo e incorruptible.

Si sus padres y sus abuelos habían superado una gran guerra , ellos debían hacer frente a enemigos invisibles que jugaban con hacerse cargo de sus cuerpos.

Su tremenda falta de valores, de ideas y de sueños solo dejaba clara una premisa.

Se habían fumado así mismos con la fija idea de demostrar que cualquier mediocre podía rehacerse con letras ajenas.

Se habían fumado así mismos y lo único que quedaba de ellos era el humo de sus cigarros.

Humo y un corazón que solo palpitaba al descubrir una emoción ajena.

Porque aquel humo era fruto de su profunda falta de pasión.

Y sin pasión.

Sin pasión la vida no tenia sentido, y la existencia se convertía en una simple referencia.

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