jueves, 11 de octubre de 2012

El hombre sin el ego no es nada




                         Ni tampoco nadie.


Escoge meticulosamente las prendas con las que revestir a su cuerpo cada mañana.
Se siente tan desnudo como una catedral en cimientos. Necesita colores vistosos, armonía  sincronizando  sus partes.
No le bastan los cimientos, necesita estilizarse para creer que conserva su verdadera forma.
El hombre sin el ego no es nada.
Y por eso no centra toda su atención en la ropa que hay encima de la cama.

Ayer cuando cerro aquel caso tan complejo se cruzo con una chica en un semáforo.
Tenia su mirada clavada en sus ojos.
Su boca era grande y torcía su sonrisa en un gesto insinuante.
Claramente lo estaba incitando a algo mas, claramente estaba apelando a que se chocara con ella de improvisto y le preguntara su nombre.
Quizá podrían tomar algo en una cafetería cercana a su casa y luego posponer el encuentro en un pub.
Las copas y el alcohol tal vez la llevaran a su cama.
Quizá leía a Poe y le recitaba un cuento mientras intentaba inducirla al orgasmo.
Puede que abandonara la elegancia que ese vestido negro ceñido la hacia exhibir.
Quizá fueran solo mascaras que escondían su fogosidad.

Puede que decidiera quedarse una hora mas. Puede que su trabajo la exasperara y la llenara de vulgaridad.
Puede que aquella cama fuera el único modo de escapar de la monotonía.


La vida depende de un instante.
Todo nace,muere y se transforma en cuestión de segundos.


De repente el semáforo golpea brutalmente a su fantasía.
Nadie ha cruzado pero un chorro de sangre puebla la acera.

Intenta parar el tiempo pero es el tiempo el que juega a paralizarlo a el.

Se tropieza con el espeso liquido y sus pies se llenan de tinta.

La vida de un soñador es difícil en el mundo real.


Cruza el semáforo ensimismado y descubre al joven que esta detrás de el.

Aquella mirada nunca estuvo destinada a seducirlo.

El destino ya había echado sus lazos.

Pero en aquella apesadumbrada mañana era tan agradable y tan tierno creerlo.

Tal vez, para algunos, de esos momentos dependa la vida.



Pero la vida no es así.

No es tan bella ni tampoco tan elegante.

No escuchamos esa especie de banda sonora que enmarca lo que somos cada vez que cruzamos un semáforo.
Al otro lado de la acera puede que el destino no haya decidido jugar con nosotros y lo mas posible es que se haya emborrachado , embriagado de si mismo, y se haya quedado dormido en cualquier acera.

Nosotros en cierto sentido también estamos dormidos.


Adoramos el sueño. Porque en el sueño podemos ser libres.

Y deseamos escapar de la dureza y la frialdad de la realidad mediante el.

Nos drogamos de sueño, enfermizos ante la indiferencia.


Pero un día un paso mal dado nos descubre que Rimbaud no era un joven prodigioso si no que era un joven que lo único que ansiaba era escapar de si mismo.

Como nosotros.

Como todos.

Porque la rutina y lo monótono nos agobian y siempre ansiamos lo que no hemos rozado con la yema de los dedos.





Estamos perdidos.




Eso no era lo mas importante.


Eso era solo ego y conformismo.


Pero el hombre sin el ego no era nada.

El hombre sin su colosal montaña de posibilidades no era nada.


Nos habían hablado en la escuela de que nuestra madurez seria prodigiosa.
Nos habitan llenado de posibilidades que nunca se agotaban.
Todos los caminos estaban disponibles.


Nadie nos contó nada acerca de lo mas importante.


Nadie nos contó nunca nada acerca de lo que de verdad importaba.















Somos esclavos de nuestros sueños porque nunca nos hemos atrevido a ser totalmente libres.



No hay comentarios:

Publicar un comentario