viernes, 26 de octubre de 2012

Quiero que me violes






con tus palabras.

Le dijo una tarde cuando apenas se podía distinguir el brillo del sol.

Y el armo y desarmo el verso como si fuera el propio organismo de un ser humano.

Pero cada vez que intentaba desarrollarlo en el papel , las palabras se le escurrían y se escapaban de su poder.

Quiero que me violes con tus palabras recordaba haberle oído decir.

Pero sus palabras eran tan lejanas que le resultaba extraño tenerlas tan presentes.

No recordaba su rostro apenas aunque recordaba haberlo dibujado a la perfección en tan solo un segundo.
Pero sus palabras veraces y fuertes estaban clavadas en un lugar de su mente.

Con el tiempo conjuro miles de lineas en honor a aquel amor pasado que tanto le atormentaba.


Cuando escribió su primer libro le preguntaron a quien se lo había dedicado.



Pero no supo hablar de aquella mujer sin sentir pudor o vergüenza.

Lo cierto es que no recordaba su nombre.

Solo el inmenso caudal de placer y frenesí que le había hecho sentir.





Pablo era así.

No sabia diferenciar la realidad de la ficción.
La vida se le quedaba demasiado corta.

Siempre habría un camino novedoso que no podría llegar a recorrer, una persona desbordante que nunca llegaría a conocer , una aventura sorprendente que nunca podría llevar a cabo.

En su mente las fisuras eran agujeros negros que lo conducían a otros destinos que no vivían de la materialidad.


La realidad física era una simple prisión.

Por eso cuando le incitaron a recordar a aquel gran amor al que dedico su libro nunca supo precisar  que aquella presencia tierna , perversa y llena de fogosidad no era mas que una musa escurridiza.


Que aquel arrebato de pasión y frenesí sin limite no era mas que la creatividad


''Quiero que me violes con tus palabras''

Y lo cierto es que lo había conseguido.


Extasiaba.


Llegaba al limite de las fronteras físicas y mentales de cualquier extraño.

Liberaba a la mente de la corporeidad y la dejaba subyugada bajo un embiste de extrañeza.

Era como eclosionar su cuerpo con otro.
Era como dibujar su territorio en el limite de otro y rebasar sus barreras.
Era como conquistar un territorio desconocido.



Porque escribir tal vez era una aventura tan desbordante como amar.
Y uno empezaba a matizar la vacuidad de otro sin tener en cuenta el pavor de perder su propia identidad.

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