sábado, 13 de octubre de 2012

Una mañana una panda de ladrones




de medio pelo dieron un golpe en el banco general.
A esas horas Luisa acababa de salir a comprar con su hija Esther.
Esther había pasado una neumonitis muy grave pero ahora que se había recuperado quería llevarla a comprarse aquellas botas de agua que le había pedido hacia semanas.
Por el camino recordó que no llevaba nada de dinero y entro en el banco.
El banco estaba semi vacio y no se veía el ajetreo que habitualmente solía inundarlo.
De repente Esther se aferro a su brazo aterrada.
Dos hombres armados con pistolas entraron y les indicaron que guardaran silencio mientras le daban ordenes al cajero.
El pobre hombre intento tener un acto de heroísmo.
Posiblemente el único en su vida.
Intento llamar a la policía pero un balazo le fulmino la cabeza.

Esther sollozaba escondida bajo el regazo de su madre mientras Luisa contaba los minutos del reloj deseando que aquel día temible pasara rápido y veloz.
Empezó a susurrarle a su hija uno de esos cuentos que le narraba por la noche mientras los hombres se llenaban los bolsillos de dinero.

La niña pareció tranquilizarse a medida que avanzaba la narración.

Los cuentos siempre habían tenido un poder sugestivo que nos hacia aislarnos de todo el horror de la vida y concentrarnos en una pequeña parcela de imaginación donde por unos minutos estábamos a salvo de la dura realidad de vivir.

Pero aquellos hombres, ajenos al suceso que se estaba aconteciendo, hablaban nerviosos entre ellos.


-Deberíamos volarles la cabeza Johny, tu sabes que no es bueno dejar testigos.

-Tal vez solo a la madre, esa mocosa debe tener cosa de cuatro o cinco años. No recordara nada de lo sucedido.

Una vez decidieron llevar a cabo su plan hasta el final , no dejaron a Luisa narrar el final de la historieta.

Al mismo tiempo que Johny disparaba hacia la madre, Ismael le pego un tiro a la hija.




Uno siempre se plantea cuales son los pensamientos finales de una persona que apunta hacia la cabeza de un niño.
Siempre se pregunta si la mano no le tiembla, si el sudor no se acumula en su frente.
Uno siempre se pregunta si no acude la duda a su mente.

Johny había decidido dejar viva a la niña por aquello pero pese a considerarse mejor que su compañero ambos habían compartido el mismo sentimiento al apretar el gatillo.


La perdida total de emociones y de sentimientos.


Johny pensaba guardar el dinero del golpe para pagar la custodia de su hija y hacer que Lucrecia creyera de nuevo en su capacidad de superación.
Ismael quería viajar a Panama para fundar noseque negocio.

Nunca habrían planeado el golpe si no se hubieran encontrado por casualidad.


Cuando se hubieron marchado con las manos llenas de sangre y de dolares el banco se quedo desierto.







La policía no pudo comprobar el incidente hasta la mañana siguiente. Estaban demasiado ocupados investigando un asunto de drogas.
Cuando llegaron encontraron a las dos victimas desnudas.
Alguien se había llevado sus ropas.


Posiblemente el par de mendigos que solían dormir allí por las noches se las habían llevado y habían dado un telefonazo a la policía.




El ser humano era así. Otro depredador. No respetaba la vida o la muerte.
Se colocaba en el sitio que otro había ocupado y se servia de sus pertenencias.
Era la lucha del mas fuerte. La supervivencia.


La policía se quedo atónita al contemplar de cerca las expresiones de la madre y la hija.



La mujer tenia la mirada perdida y la niña lucia una sonrisa serena en el rostro.


Cualquiera hubiera dudado de sus expresiones al comprobar el horror que habían vivido

Pero parecían tan lejanas,tan ausentes....


Levantarse una mañana y comprobar que un asesinato como aquel se había llevado a cabo era lo mas atroz de la vida de un ser humano.


Pero las personas siempre se sentían satisfechas al saber el inicio y el desenlace de una obra.



Nadie se preocupaba por el nudo.


Nadie se preguntaba el porque de esa serenidad y esa calma en un momento tan crucial.





El mundo era una maraña de horror y tristeza pero a veces en mitad de aquel caos al que uno llamaba vida una madre le narraba un cuento a su hija y hacia de su miedo una ilusión.









Y el mundo por aquellos escasos minutos parecía un lugar mucho mejor de lo que era.

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