Viviendo de la magia como método de supervivencia y luchando contra el azote del día a día con un truco nuevo con el que dejar boquiabierto al publico.
No era fácil.
El trabajo de mago no era un trabajo nada fácil.
Debía vivir en una especie de agujero oscuro sumido en la ficción ,rodearse de criaturas inteligibles y dedicar toda su energía a realizar maravillas que se esfumaban en segundos.
Pese a la dificultad , los trucos se aprendían con tiempo y mucha precisión.
El ejercicio continuado era su mejor consejero.
El verdadero talento de su obra no era suyo.
El mago necesitaba algo mas que un simple truco con el que embelesar al publico.
El mago necesitaba la complicidad absoluta del publico y para ello necesitaba una ayudante que introdujera un ápice de complicidad con los espectadores y dotara de mas credibilidad el espectáculo.
Elegir a la ayudante no era fácil.
No consistía en que fuera una chica bonita o fea.
Debía tener ese halo de ilusión que se ve en muy pocas personas.
Su vida debía estar basada en la incertidumbre y el factor sorpresa debía ser su modus operandi.
Debía ser una adulta pero sus ojos debían tener la simplicidad de los de un niño.
La delicadeza y la entrega tenían que ser sus mejores armas y los placeres instantáneos serian con los que mas disfrutaría.
Era difícil encontrar a alguien así.
Lo había comprobado en la mayoría de las ocasiones.
Había intentado buscar a la chica perfecta en cada calle de aquella ciudad pero nunca había logrado dar con alguien que tuviera la medida exacta de su obra.
Buceo en cada café y en cada bulevar pero aunque viera a mujeres bellas y intrigantes, lo que era una invitación al escepticismo , pronto se convertía en un destino fácil de prever.
A veces se engañaba contemplando una puesta de sol ensimismado en sus propios pensamientos.
Y cuando miraba a su alrededor creía tener una sombra pegada a los talones, pero solo era alguien que rompía el silencio hablando deprisa por su celular.
Había tan pocas personas que se deleitaran con la simple contemplación de la vida.
Tan pocos que hicieran del café un ritual y de las gotas de lluvia una obra de arte.
Existían tan pocos que supieran contemplar con frenesí un amanecer y emocionarse viendo las estrellas.
Escogió a su ayudante de imprevisto.
Un día paseando en la zona mas turística diviso a una chica que hacia pompas de jabón enormes.
Usaba un mecanismo algo rudimentario y que carecía de precisión.
Y las relucientes burbujas se evaporaban en segundos pero su belleza era incalculable.
Le basto un minuto para darse cuenta de que había llegado al fin de su bus queda.
Miro los ojos de la chica y comprobó que tenían un halo distinto al de todos los que viciaban aquella calle.
En sus ojos había magia.
En sus ojos vivía todavía un halo de fe en lo desconocido.
Una pequeña parcela destinada a la irrealidad, en un cuerpo que estaba cansado de realidad, de monotonía , de rutina y mendicidad.
Un pequeño milagro que todavía creía que en algo tan efímero y transitorio como una pompa de jabón gigante residía toda la belleza del mundo.
El ya estaba perdido.
Sabia cada truco con la antelación de un aficionado.
Pero ella...
Ella creía en la magia.
Y la fe era el arma necesaria para cautivar al que ha abandonado todas sus creencias.
Porque la propia creencia no nacía de la belleza innata sino de la creencia en la propia belleza.
Creencia que parecía incierta en un mundo donde el horror era la ley de cada una de las vidas y donde todo tenia un desenlace que no requería mucha imaginación.
Porque la imaginación era la clave de todo.
Y era la única causa que podía devolver a un adulto la felicidad fugaz y milagrosa de un niño.
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