lunes, 13 de agosto de 2012
Eran las cuatro de la mañana
y desde los cristales del aeropuerto el cielo avanza sin miedo por el horizonte.
A las siete en punto todo se empezara a llenar de ruido y bullicio.
Las maletas convertirán el suelo en una espalda metálica transpasada por unos fríos dedos que arañan como marcan su paso firme por el suelo.
La madrugada traerá los besos mas tiernos y las despedidas mas frías.
La tarde se cubrirá de encuentros edulcorados por la emoción y de perdidas provistas de aviones que nunca llegan o personas a las que siempre se les para el reloj.
Vivir en un aeropuerto es divertido.
Es pasar a ser el narrador omnisciente de la vida sin que los actores principales caigan en la cuenta.
A nuestro modo de ser todos vivimos en aeropuertos soportando cada año una cantidad ingente de decepciones e ilusiones.
Yo tengo una maleta llena de billetes desde hace muchos años.
Siempre me propongo abandonar mi estancia a la intemperie y tomar cualquier destino.
Por la noche tengo claro el vuelo que tomare y los pasos que me llevaran hasta el pero por la mañana todo se desdibuja como si los sueños estuvieran hechos de otra materia distinta a la vida.
Para muchos podría ser una indigente.
Es normal que se me considere como tal.
Me he convertido en una prófuga de mi misma, me he abandonado en un viaje sin rumbo y sin sentido y por mas que intente creer en ello estoy perdida en un lugar desconocido que pese a las hipótesis que labro solo me da dudas, sospechas y un profundo y total desconocimiento.
No se nada de la vida. Solo se que vivir consiste en mantener los pies firmes en la tierra y en encontrar fuerza cuando flaqueen.
Suelo darle a mis tobillos el impulso que le dan los maquinistas a las alas de los aviones.
Y por momentos ilusorios y casi felices creo que vuelo y me desplazo muy lejos , hasta donde mis parpados puedan llegar.
Lo curioso de amanecer en ese lugar extraño es que cada parte de mi cuerpo lo reconoce como suyo.
Tengo la misma mirada soñadora de las azafatas y de los pilotos.
A veces el miedo me invade como a un niño pequeño que toma su primer vuelo y siente un pinchazo en la barriga.
Como el no se que me deparara el trayecto pero una parte de mi quiere llegar pronto a casa.
Otras veces me transformo en el pasajero que seduce con miradas a su compañero de vuelo y que esta mas interesado en el propio viaje que en el destino.
Los amores que se viven en los aeropuertos están hecho con la misma fina tela con la que se cubren los secretos que esconde el corazón de las personas.
He llegado a oír el orgasmo mas triste del mundo y la pasión mas desenfrenada.
Me gusta ver amarse a extraños, sentir que visito lugares nuevos para luego volver al punto de partida, convertir mi cuerpo en el suelo por el que la vida camine despacio y de puntillas.
Vivir en esos lugares tan lejanos y abstractos a la mente humana no es algo tan remoto.
Porque son esos escenarios los mismos donde transcurre la vida.
Yo lo se. Pero cada mañana la niebla y el bullicio me hacen olvidar donde estoy, quien soy y que hago en este mundo.
No tengo respuestas.
Solo un billete de ida hacia ninguna parte con miles de preguntas.
http://www.youtube.com/watch?v=NJP77-jBg5Y
http://www.youtube.com/watch?v=NgbcXig1TZ8
http://www.youtube.com/watch?v=dN3GbF9Bx6E
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Seductor aeropuerto y vuelo. Si esta "teoría" te la ha sugerido la práctica no hay duda de que estás disfrutando del viaje. Tomo nota. :)
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