viernes, 3 de agosto de 2012

Lo eterno de este mundo es lo efímero del momento.







La sensación de desprenderse de todas las posesiones que uno lleva consigo estando desnudo.
La aceptación de los limites de la vida y los entresijos de la mente humana.
La magnificencia de permitirse sentir sin limite aun sabiendo que la palabra fin enuncia el principio de cada encuentro.
Son las veces en las que caímos las que nos hicieron hacer de la vida algo digno e incluso bello.
Los errores y el fracaso, las vacilaciones y la inestabilidad de los sentimientos.
La pasión y el odio que  mudan de piel como las serpientes.
El cuerpo desgarrándose de su propio caparazón , de todas las sensaciones  y los sentimientos que lo forman.
El cuerpo arrastrando una piel muerta para volver a regenerar otra.


Somos luchadores de cualquier Anfiteatro, peleando por la vida y esperando el ultimo golpe.
Soportando las caídas con orgullo y dignidad y manteniendo el paso firme en esta tierra que un día sera nuestra sepultura.

Dejándonos el alma en cada combate mientras la muerte y la vida juegan a ser nuestros crueles jueces.

Observando como aplauden sin dejarnos guiar por lo eterno de su presencia.

Aceptándolos como compañeros de piso a los que uno se tiene que acostumbrar.

Sumidos en cada momento como náufragos que buscan el camino a casa en un bravo océano.

Oyendo cantos de sirenas que nos hacen recordar canciones infantiles y sensaciones inolvidables.

Lanzándonos al abismo de su crueldad sin saber que no son mas que promesas cínicas.

Simples imitadoras de una pasión humana.
Simples aprendices de la vida y la muerte.

Terrenales como la carne y divinas como la bondad y la maldad extremas.

Aquellas sirenas son los monstruos que pueblan las pesadillas y viven debajo de la cama.



Y a veces en sueños oímos como se estrellan los barcos contra las rocas donde se posan.
Como la madera cruje y el agua alcanza nuestros ojos.
A veces en sueños sentimos su lastimero canto llamándonos desde el otro extremo del mundo.

Y nuestra incipiente soledad se aproxima a la suya para perderse en un agujero negro.


Y morimos en cada sueño.


Pero cada mañana cuando volvemos a abrir los ojos cambiamos el rumbo de la vida.

Y olvidamos lo efímero de nuestra existencia y lo eterno de nuestras disputas.

Nos lanzamos a la angustia del que sera y sobrepasamos nuestros propios limites.


Porque aun no. Aun no hemos perdido del todo la partida.

Aun tenemos la impresión de que lo eterno de este mundo es lo efímero del momento.

De que el mundo palpita cuando dos se besan y se rompe con un solo silencio.

Y son esos momentos donde la vida deja de ser una obra de teatro sobrevalorada.



Pero dejan tan cicatrizada la piel que uno aprende a rehuirlos.

Aunque en ellos consista la grandeza de vivir.

3 comentarios:

  1. Qué tontocobardes somos a menudo.

    Dos luceros, la entrada anterior y ésta. Gracias por regalarlas.

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  2. A veces la diferencia entre ser y dejar de ser es tan nimia como un suspiro.

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